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Actualizado: 25 de junio de 2025


En alguna de sus obras, como, por ejemplo, en Ganar perdiendo y Cada cual con su razón, imita tan bien al teatro antiguo, que nos hace la ilusión de que leemos una comedia de enredo del siglo XVII, al paso que en otras, como en Los dos virreyes y en El eco del torrente, tiende á producir los efectos teatrales de los franceses modernos.

La proa ya no existía: había desaparecido debajo del agua, y una ola mugidora iba avanzando sobre la cubierta, aplastándolo todo bajo su rodillo de espuma. En cambio la popa subía y subía, perdiendo su horizontalidad. Fué de pronto una cuesta, una ladera de montaña, en cuya cumbre se erguía como una veleta el mástil blanco del pabellón.

¡Vea usted lo que está diciendo, señor Aldama! profirió Cirilo perdiendo la paciencia e incorporándose en la butaca . Considere usted que con esas reticencias me está usted ofendiendo y que yo no le he dado motivo alguno para ello.

Los buques de vela tenían que esperar á veces meses enteros un viento fuerte que les ayudase á vencer la impetuosa boca del estrecho. Eso lo muy bien dijo Tòni . Una vez, yendo á Cuba, estuvimos á la vista de Gibraltar más de cincuenta días, adelantando y perdiendo camino, hasta que un viento favorable nos hizo vencer la corriente y salir al mar grande.

Bajo su dirección, el seminario de Lancia fue perdiendo el ligero barniz científico que por las últimas reformas se le había dado. Seguíanse los cursos de física, de historia natural, de matemáticas, de filosofía, pero con tan poco aprovechamiento que ningún profesor se atrevía a dejar suspenso a un alumno, por mucho que disparatase en el simulacro de examen que se hacía.

Á la llamada de su tía, se acercó llena de emoción y por eso mismo más encantadora ... Y Mauricio, perdiendo en su presencia la poca resolución que le quedaba, olvidó las órdenes de su tutor y entró en aquella casa de la que hubiera debido huir. Al día siguiente, Mauricio tuvo ocasión de acabar el cuadro y el boceto, porque tenía en el pensamiento, clara y precisa, la deliciosa cara de Herminia.

Le complacía poco salir en procesión, bajo un paraguas, con la sotana remangada, perdiendo a cada paso los zapatos en el barro. Además, cualquier día, después de sacar en rogativa a San Bernardo, el río se llevaba media ciudad, ¿y en qué postura, como decía él quedaba la religión por culpa de aquella turba de vociferadores?

La prisionera, como si adivinase esta indignación pública, empezó á considerar inmediata su muerte, perdiendo poco á poco el amor á la existencia, que le hacía prorrumpir en mentiras y delirantes protestas. En vano el maître fingía esperanzas en el indulto.

Cabe, sin embargo, en lo posible, y no perdiendo de vista la base movediza de estos límites y transiciones, ya indicadas, fijar el principio casi seguro de este período, desde 1588 al 1590.

Doña Lupe, que escuchaba este coloquio desde el pasillo, aplicando su oído a la puerta entornada, fue perdiendo el miedo al oír la voz serena de su sobrino, y abrió un poquito, dejando ver su cara inteligente y atisbadora. «Entre usted, doña Lupe le dijo Segismundo . Ya está bien. Pasó el arrebato. Pero no quiere creer que hemos perdido a su esposa.

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