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Actualizado: 25 de julio de 2025
A sus piés arrastraba el Pasig su corriente de plata, en cuya superficie brillaban perezosas las espumas, giraban, avanzaban y retrocedían siguiendo el curso de los pequeños torbellinos. La ciudad se levantaba á la otra orilla y sus negros muros aparecían fatídicos, misteriosos, perdiendo su mezquindad á la luz de la luna que todo lo idealiza y embellece.
Despues de su alianza é ingreso en la Confederacion y las trasformaciones acarreadas por la revolucion francesa, la Abadía, perdiendo su autoridad temporal, quedó reducida á la impotencia, y mas tarde fué suprimida. El Canton se dió en 1831 la Constitucion democrática templada que lo rige actualmente, y el liberalismo de las instituciones ha sido fecundo en muy notables progresos.
Cuando la mision fué encomendada á los curas en 1767 despues de la espulsion de los Jesuitas se inventariaron ochenta arrobas de plata maciza. Bajo la direccion de los curas, y mas tarde de los gobernadores, la iglesia de San-Pedro fué perdiendo poco á poco su esplendor: otro tanto sucedió bajo el régimen de los administradores.
Si se juntan todos tus acreedores y exigen que les pagues las deudas, más los intereses disparatados que les has reconocido, te verás en medio de la calle, perdiendo hasta la camisa que llevas puesta. ¡Eh...! ¿qué tal? ¿Creías que yo no estaba enterado de tus cosas? Doña Manuela estaba pálida e inquieta.
Todas las que habían recogido algo en el suelo ó en el aire corrieron á exponerlo á una carta ó á un número. Lubimoff saboreaba este recuerdo como un triunfo. Podría repetirlo siempre que quisiera; estaba seguro de ello. Reconocía que, al final, todos los jugadores acaban perdiendo, y él no se tenía por un ser de excepción.
Y sacó el lazo por encima de sus hombros; pero al ver que el joven permanecía inmóvil, como si en su presencia perdiese toda iniciativa, le presentó la mano derecha con una majestad cómica: Bese usted, mister Watson, y no sea mal educado. Aquí en el desierto va usted perdiendo las buenas maneras que aprendió en su Universidad de California.
A tientas y a gatas, perdiendo sangre, buscó el revólver, caído en la maleza, lo cogió de nuevo, y se disparó otro tiro, en la sien esta vez... Cayó de espaldas, los brazos en cruz y quedó inmóvil; del horrible agujero de la frente, el hilo de sangre corría, manchando sus cabellos rubios, y en el pecho, el líquido rojo se coagulaba sobre la blanca camisa.
Cuando una república marítima vencía á otra república rival, lo primero que pensaba era en obstruir su puerto con arena y piedras, en torcer el curso de las aguas, para que se convirtiese en ciudad terrestre, perdiendo sus flotas y su tráfico.
Esto me adula ¿lo comprendes? y le digo: «¡Oh, caballero...! Puede usted fumar... ¡No me molesta...!» Iníciase la conversación. Al cabo de cinco minutos le había referido mi vida. BEAUVALLON. ¡Es una justicia que hay que hacerte...! ¡Tú cuentas tu historia a todo el mundo...! LA CHOUTE. Escuchóme él con interés, y después me dijo: «¡Está usted perdiendo el tiempo, hija mía!
Y de esta suerte transcurrieron más de dos años, perdiendo en aquellos amores necios sus fuerzas físicas e intelectuales; porque había abandonado el estudio, y hasta la pluma ya no le servía más que para trazar algunas insulsas composiciones en honor de su dama.
Palabra del Dia
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