Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 5 de julio de 2025


Y al ver que tardaba en contestar: ¿Querría usted darme a entender que tal vez pensaba en denunciar a usted, en revelar sus planes de conspiración? Yo no quiero dar a entender nada. Alejo Petrovich se perdía por esa mujer. ¿De qué modo? Por su amor, por su deseo de volver a poseerla había olvidado el deber.

Lo único que escaseaba allí eran la luz y el calor, porque la de las mechas del velón casi se perdía en el negro espacio antes de llegar a la mesa, y el chamuscón que yo me había dado en la cocina sólo me servía en el comedor para sentir doblemente la glacial temperatura de aquel páramo.

Su aspecto, su ademán, todo en ella denunciaba la completa enajenación del ánimo, y su mirada se perdía en dulcísimas lejanías, llenas de ensueños peregrinos. En un ser concentró todos sus anhelos, todas las vagas aspiraciones de su alma candorosa y primitiva, complaciéndose en adornarlo con las perfecciones y bellezas que en la suya propia se anidaban.

Parece que la humanidad perdía la salud sólo por darme trabajo.... ¡Adelante, siempre adelante!... Pasaron años, años... al fin vi desde lejos el puerto de refugio después de grandes tormentas.... Mi hermano y yo bogábamos sin gran trabajo... ya no estábamos tristes.... Dios sonreía dentro de nosotros. ¡Bien por los Golfines!... Dios les había dado la mano.

Siguiendo con la vista el curso del agua se veía á veces en su superficie el reflejo de la luz del sol, pero pronto se perdía en medio del laberinto de árboles y matorrales que crecían á lo largo de sus orillas: aquí y allí tropezaba con alguna gran roca cubierta de liquen.

Y la cadena de agentes, de menor á mayor, se perdía en misteriosas alturas que hacían palidecer á Freya, poniendo en sus ojos y en su voz una expresión de supersticioso respeto. Únicamente le era lícito hablar de sus trabajos, y lo hacía discretamente, contando los procedimientos que había empleado, pero sin nombrar á sus colaboradores ni decir cuál era su finalidad.

Las mencionadas señoras perdían algo de muy querido, perdían su encanto, sus delicias, pero, al cabo, no perdían nada que fuese como el propio ser de ellas mismas. Yo que le perdía, porque mi D. Joaquín, tal como le había yo transformado y mejorado, era primorosa producción y criatura de mi ingenio.

La Gorgheggi dijo: Bonis, siempre fuiste un imbécil. Tu hijo... no es tu hijo. ¡Serafina! Y no pudo decir más el pobre Bonis. También él perdía la voz. Lo que hizo fue apoyarse en el altar de la capilla oscura, para no caerse. Como él no hablaba, Serafina tuvo valor para añadir: Pero, hombre; todo el mundo lo sabe... ¿No sabes de quién es tu hijo? ¡Mi hijo!... ¿De quién es mi hijo?

A las tres me senté a jugar, «baratito», a diez centavos el punto... A las cuatro había perdido ciento diez pesos... A las cinco, ciento ochenta... A las seis, cerca de trescientos... A las ocho pasamos al comedor. Yo perdía quinientos y pico, ¡pero sentía una satisfacción interior que valía miles de miles!

Tenía el rostro abatido, los labios pálidos, y los ojos oscuros de ojeras. Pero era ella siempre, más hermosa aún para , porque la perdía. Le dije sencillamente que me iba, y que le deseaba mucha felicidad. Al principio no me comprendió. ¿Se va? ¿Y adónde? A Norte América... Acabo de decírselo. ¡Ah! murmuró, marcando bien claramente la contracción de los labios.

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando