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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
¡Animal grosero! gritó enseñando el puño á Gillespie, como si éste fuese el autor del atentado contra su divina persona . ¡Hipopótamo-Montaña!... ¡Hombre habías de ser!... ¡Y pensar que un gran pueblo se interesa por ti!... Enardeciéndose con sus propias palabras, dió un fuerte latigazo á una de las pantorrillas del gigante.
Tal vez envidia... ¡Pensar que ellos se quedan y que tú te vas!... Son más dichosos que nosotros: vivirán aquí, donde tan felices hemos sido.
Al reflexionar sobre la línea recta, sobre el ángulo, sobre el triángulo, podemos observar que nos basta su representacion imaginaria, y que no necesitamos ligar estos objetos con palabras. Lo mismo acontece al pensar en la unidad, ó en los números, dos, tres y cuatro, que fácilmente nos representamos sensiblemente.
Oh, no! es mío. Broma?... Sí, es broma! ¡es broma, sí! ¡Cómo te duele pensar que podría ser mío... Mañana te lo doy. Hoy voy al teatro con él. Kassim se demudó. Haces mal... podrían verte. Perderían toda confianza en mí. ¡Oh! cerró ella con rabioso fastidio, golpeando violentamente la puerta. Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el velador. Kassim se levantó y la guardó en su taller bajo llave.
Y también recordaba lo de: «Algunas veces parecerá que Dios te deja, otras veces serás mortificado por el prójimo; y lo que es más, muchas veces te serás molesto a ti mismo». «Sí, el prójimo me mortifica, y yo mismo me molesto, me hago daño hasta sangrar el alma.... No sé lo que debo hacer, ni lo que debo pensar siquiera.
Primero: un irresistible instinto de la naturaleza. Segundo: el ver que no admitiendo la legitimidad del criterio de la evidencia, se hunden todos sus, conocimientos y le es imposible pensar. Para esto nos suministra mucha luz la doctrina de los capítulos anteriores, de la cual son los siguientes un desarrollo y complemento. Comencemos por la conciencia ó sentido íntimo.
El, que por tres veces había circunnavegado el planeta, se encogía de cansancio al pensar en la lentitud de los trenes impuesta por la guerra, en las diez y seis horas de ferrocarril.
Si, por desdicha, la Humanidad hubiera de desesperar definitivamente de la inmortalidad de la conciencia individual, el sentimiento más religioso con que podría substituirla sería el que nace de pensar que, aun después de disuelta nuestra alma en el seno de las cosas, persistiría en la herencia que se transmiten las generaciones humanas lo mejor de lo que ella ha sentido y ha soñado, su esencia más íntima y más pura, al modo como el rayo lumínico de la estrella extinguida persiste en lo infinito y desciende a acariciarnos con su melancólica luz.
Como el comentario era bastante complicado, nadie respondió. Se fué al rato. El capitán lo siguió un rato de reojo. ¡Farsante! murmuró. Al contrario dijo un pasajero enfermo, que iba a morir a su tierra. Si fuera farsante no habría dejado de pensar en eso, y se hubiera tirado al agua. Su luna de miel fué un largo escalofrío.
Y al pensar esto, mirándose al espejo, mientras se lavaba y peinaba, De Pas sonreía con amargura mitigada por el dejo de optimismo que le quedaba de sus reflexiones de poco antes. Estaba desnudo de medio cuerpo arriba. El cuello robusto parecía más fuerte ahora por la tensión a que le obligaba la violencia de la postura, al inclinarse sobre el lavabo de mármol blanco.
Palabra del Dia
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