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Actualizado: 22 de mayo de 2025


¿De Marta? ¿Qué consejo te ha dado? Tómala aparte, uno de estos días me ha dicho, y explícate con ella. Cuando Olga no quiere a alguién, lo aborrece, y me daría mucha pena que no te tuviera cariño. ¿Marta ha dicho eso? exclamé, y las lágrimas me asomaron a los ojos. ¡Qué corazón, qué corazón de oro! , ha dicho eso y muchas otras cosas más para explicar tu temperamento y excusarte.

A despecho de las inquietudes y desazones de aquellos dos meses y de la profunda pena de aquel momento, Antonia estaba más hermosa que nunca; rebosante de vida, parecía destinada a disfrutar una existencia prolongada y feliz y podía creerse con derecho al amor de un corazón tierno y apasionado.

Todas las noches saco de mi cabeza una distinta. Las novelas inventadas son peores que las leídas, señora doña Presentacioncita. Vuelva usted a casa por las noches. Volveré. Lord Gray las entretiene a ustedes bastante. Lord Gray no va tampoco dijo con pena. ¿Y si supiera doña María que usted ha venido aquí? Creo que nos mataría. Pero no lo sabrá. Inventaremos algo muy gordo.

Pero continuaba inmóvil, sin expresión, sin voz, los labios cerrados, los ojos fijos en los míos, las mejillas bañadas de llanto, sublime de angustia, de pena y de firmeza. ¡Magdalena gemí cayendo a sus pies, Magdalena, perdóneme usted!...

Expía el gran crimen que se llama juventud. Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.

Cuantos géneros de seda se despachaban en la tienda procedían de la fábrica de don Manuel, y de esto resultaba una continua comunicación entre el establecimiento de don Eugenio y el caserón del barrio de las Escuelas Pías, relaciones en las que servía de intermediario Melchor Peña, como dependiente de confianza.

Y una de las cosas en que más este caballero mostró su prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fue cuando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, a hacer penitencia en la Peña Pobre, mudado su nombre en el de Beltenebros, nombre, por cierto, significativo y proprio para la vida que él de su voluntad había escogido.

¿A quien no ha de causar esto mancilla, Si tiene de cristiano sentimiento, Que no quedó de toda la cuadrilla Alguno, mas que tres; pues el tormento Que pasan, y la pena, quien decilla Podrá? que á mi en pensarla ya el aliento Me falta, y la pluma desflaquece, Y mi lengua turbada, se entorpece.

Ya había conseguido que Tónica le llamase Juanito, y no señor Peña, con aquel acento ceremonioso que hacía reír; pero aún no se había decidido a corresponder a su tuteo, y le plantaba siempre un «usted» como una casa, asegurando que le causaba rubor hablarle de otro modo.... ¡Qué inocente! ¡Como si él no fuese hijo de un antiguo tendero del Mercado! En fin, todo se andaría.

Bebé se escurre de la cama, va al tocador en la punta de los pies, levanta el sable despacio, para que no haga ruido... Y ¿qué hace, qué hace Bebé? ¡va riéndose, va riéndose el pícaro! hasta que llega a la almohada de Raúl, y le pone el sable dorado en la almohada. La última página La Edad de Oro se despide hoy con pena de sus amigos.

Palabra del Dia

bagani

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