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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Y mansamente, como quien no quiere saber nada, me ha preguntado por mi amigo; y yo, ¡figúrese!... le he dicho que era usted un gran poeta, un notable personaje; he hablado de su familia, de su gran fortuna, de que va a América por el solo gusto de pasear, y de las muchas señoras que se deja en Madrid muertas de pena... Fernando hizo un movimiento de protesta. No se enfade, Ojeda; no se queje.

Miraba a su chulita con estupidez y cierta expresión de duda o sorpresa. Fortunata seguía pegando gritos; pero él no se enteraba; lo poco que oía era como si oyese el ruido del viento: no le sacaba sentido. Cansada de inútiles esfuerzos, la joven se calló, mirando a su amigo con hondísima pena.

Y esto enseguida, sin perder un segundo; provocar la discusión, procurar una querella y á favor del desacuerdo llevarse á Herminia, á fin de que no pudieran volverse á ver, ni, por consecuencia, reconciliarse. Acaso Mauricio muriera de pena y su sobrina también; pero, en su exasperación contra ellos, no veía en esto inconveniente alguno.

Son muy ingeniosas. Pero del dicho al hecho, hay gran trecho. Y el Padre Ambrosio tendría una desazón enorme si viese frustrado el buen éxito de su ciencia pasmosa y que no había valido el remozarte sino para que hicieses sin razón la parodia de Beltenebros en la Peña pobre.

Su esposa, que era andaluza, había muerto en edad muy temprana, dejándole un solo hijo, que desde el nacer demostró hallarse privado en absoluto del más precioso de los sentidos. Esto fue la pena más aguda que amargó los días del buen padre. ¿Qué le importaba allegar riqueza y ver que la fortuna favorecía sus intereses y sonreía en su casa? ¿Para quién era esto?

Un día hubo de decirle a Papitos, porque no le había limpiado las botas: «Vaya con la chiquilla esta... ¡Verás !». Y al salir de la casa sintió tal pena de haberse expresado con displicencia y ardor, que le faltaba poco para derramar una lágrima. «¡Cuándo se me quitará esta costumbre viciosa de ultrajar a los humildes!... ¿Qué más da que estén las botas con o sin betún?

El rey Carlos III enviaba una pragmática a la isla prohibiendo que se insultase a los antiguos judíos, «gente laboriosa y honrada», amenazando con pena de presidio al que los llamase chuetas.

-Eso será -dijo Sancho- si no se tira con honda, como se tiraron en la pelea de los dos ejércitos, cuando le santiguaron a vuestra merced las muelas y le rompieron el alcuza donde venía aquel benditísimo brebaje que me hizo vomitar las asaduras.along -No me da mucha pena el haberle perdido, que ya sabes , Sancho -dijo don Quijote-, que yo tengo la receta en la memoria.

El teniente pronto se vió fuera del alcance del palo, mas el pobre don Segis, con el peso extraordinario de su pierna izquierda, se quedó rezagado, y tuvo que sufrir las caricias del bastón de Peña buen rato.

Al tablado llegando, celebraron Su muerte, con dolor y luto puesto; Sintiendo pena de ello y gran mancilla Los galanes y damas de la Villa.

Palabra del Dia

bagani

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