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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Es decir, que faltas a todas las casas de Madrid... porque las caras son las mismas; las casas son las diferentes; y por cierto que no vale la pena de variar de casa para no variar de gente. Así es respondí, que falto a todas. Quisiera por lo tanto que me instruyeses... ¿Quién es, por ejemplo, esa joven?... linda por cierto... baila muy bien... parece muy amable...
Con esto se consoló Sancho, y dijo que, como aquello fuese ansí, que no le daba mucha pena la pérdida de la carta de Dulcinea, porque él la sabía casi de memoria, de la cual se podría trasladar donde y cuando quisiesen. -Decildo, Sancho, pues -dijo el barbero-, que después la trasladaremos.
Pero yo no volvería, quizá, tal como soy ; y, además, necesitaría algún tiempo para adaptarme a una nueva vida. Vale la pena de meditar. 2 de septiembre.
Salvo que la cornisa de la peña tendría como cinco pies de anchura y un festón de jaramagos por afuera que velaba un poco la visión aterradora del abismo, la comparación es exactísima.
Esta noche no me has dado un beso, hijo mío dijo medio en broma, medio regañando; sabes que cuando eras pequeño, eso era mala señal; alguna tontería o alguna pena que ocultarme. No querías mirarme de frente porque decías que leía en tus ojos... Y apoyándose en la almohada, preguntó en tono risueño, desmentido por su acento angustiado: ¿Tontería o pena, hijo mío?
A ningun lado miraba Que descubra un solo amigo, Que todo el pueblo enemigo Entorno le rodeaba. Con voluntad tan dañada Procuran su pena y lloro, Que se tuvo por mal moro, Quien no le dió bofetada. A la marina llegaron Con la victima inocente, Do con barbaria insolente A una ancora le ligaron.
Pues yo no me aburro jamás sino cuando estoy acatarrado y el médico me obliga a sudar en la cama dijo Narciso Luna: y la frase fue celebrada por su amiga la de Peñarrubia. Llámese usted un hombre excepcional dijo Tristán dirigiéndole una mirada de desdén , porque la vida, para la casi totalidad de los humanos, oscila siempre entre la pena y el aburrimiento.
Quevedo, pisando lodos, atravesó con pena algunas calles, se detuvo en una, en la de Fuencarral, delante de una gran casa y se entró. Poco después, una doncella decía á la condesa de Lemos: ¡Don Francisco de Quevedo! Haced, señora, que me den tintero y papel dijo Quevedo entrando. Os lo daré yo dijo la condesa . ¿Pero qué es esto, amigo mío? dijo cuando quedaron solos.
En esta estación continuó la anciana cantan los fieles: Si a llorar Cristo te enseña y no tomas la lección, o no tienes corazón o será de bronce o peña. Junto a la casa de mi madre dijo Dolores está la novena cruz, que es donde se canta: Considera cuán tirano serás con Jesús rendido, si en tres veces que ha caído no le das una la mano.
»A mi vez me arrojé sobre la tumba, y repetí su plegaria, no con su voz grave y resignada, sino con el llanto y los sollozos de mi desesperación y mi dolor. »¡Oh, Antonia! ¡Qué alivio tan grande me proporcionó aquella explosión de mi pena!
Palabra del Dia
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