Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 30 de septiembre de 2025
También ha ido Francisca y su madre, Paulina y la señora de Aimont. Se habló mucho del baile blanco que da la señora de Geraumont con motivo de los esponsales de su hija, que se casa con un riquísimo banquero. Los Geraumont son unos opulentos molineros retirados de los negocios y no tienen la suerte de agradar a lo que se llama «la alta sociedad,» que les pone mala cara.
Y si por acaso de aquí a algún tiempo una paloma blanca fuese a batir sus alas delante de su vidriera, es que yo aporté al Havre en mi arca, llevando conmigo, entre otros animales, a Pinho y a doña Paulina, para que, más tarde, cuando hayan bajado las aguas, Portugal se repueble con provecho, y el Estado tenga siempre Pinhos a quienes pedir dinero prestado, y Quinitos gordos con quienes gastar el dinero que pidió a Pinho.
Para vuestro hijo... Pero oídme bien, es preciso que sepáis de dónde viene esto, y acordaos de decírselo a vuestro hijo cuando le escribáis. El cura, por la vigésima vez, repitió su discurso sobre madama Scott y miss Percival. A las seis volvió a su casa, muerto de fatiga, pero con la alegría en el corazón. ¡Lo he dado todo! exclamó, apenas divisó a Paulina, ¡todo, todo!
La Bonnetable, al oírlo, dio tal salto, que su silla produjo un horrible gemido y dio ocasión a la abuela para variar de conversación hablando de la poca solidez de los muebles modernos. Mientras tanto, Petra y Paulina hablaron mucho de la próxima fiesta del general.
La patrona, doña Paulina Soriana, es una señora de cuarenta otoños, frescota y rolliza, con un pescuezo muy gordo, y toda ella más blanca que la blanca chambra que usa, además de una falda de seda color violeta. Parece una excelente señora, paciente y maternal, de buen juicio y de buena economía.
Si estuviera segura de encontrar en casa de esa gente personas conocidas, puede que aceptase por Paulina... Hay tan pocas distracciones en Aiglemont... La abuela logró apenas contener una sonrisa que yo adiviné en su mirada casi maliciosa.
Muy temprano se levantó, y a puerta cerrada, solo con Paulina, contó y recontó su dinero, extendiendo sobre la mesa sus cien luises, y gozando como un avaro en hacerlos sonar. ¡Suyo, todo aquello era suyo! es decir, de los pobres. No os apuréis tanto, señor cura decía Paulina; sed económico; creo que distribuyendo hoy unos cien francos... No es bastante, Paulina, no es bastante.
Cinco minutos harían que Paulina dirigía al cura señas desesperadas; que éste se obstinaba en no comprender, tanto, que la pobre mujer, reuniendo todo su valor, dijo al fin: Señor cura, son las siete y cuarto. ¡Las siete y cuarto! ¡Oh! señoras, dispensadme, pero esta tarde tengo que rezar el oficio del mes de María. ¿El mes de María va a principiar en seguida? Sí, en seguida.
Se hacen apuestas, y Paulina me ha contado que su padre ha apostado un peso a que la boda no se hace. La de Aimont está muy descontenta porque teme que esta historia de la apuesta llegue a oídos de los Brenay, que se pondrían furiosos.
Precedido de los monaguillos, el viejo cura salió de la sacristía, y en el instante en que se arrodillaba sobre las gradas del altar: Ahora es el momento, señorita dijo Paulina, cuyo corazón latía de impaciencia. ¡Pobre viejo, qué contento se va a poner!
Palabra del Dia
Otros Mirando