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Actualizado: 19 de junio de 2025


Tal fué el caso de Sócrates, Colón, Galileo, Giordano Bruno, y tal también el de nuestro héroe. La primera mordedura de la envidia le causó el dolor agudo que debieron sentir estos grandes bienhechores del género humano. Su espíritu vaciló. Fué un instante nada más, un desmayo pasajero que sirvió para acreditar mejor el temple admirable de su alma. Sin embargo, aquella noche no pudo cenar.

Notó, sin embargo, Gonzalo cierta amabilidad y deferencia inusitadas en ella. Lo achacó al deseo de borrar el recuerdo de aquel pasajero, pero muy peligroso disgusto que habían tenido. Y así continuaron deslizándose los días serenos en la casa de don Rosendo, sólo turbados por los altibajos que la enfermedad de doña Paula sufría. Tan pronto estaba en pie como en la cama.

Ocurría esto, cuando la Europa fundaba sobre un pasajero entusiasmo aquella pujanza artificial, germen o ruina de no qué grandeza. Participaba yo entonces de la ilusión que todos los liberales tenían sobre los helenos, tan valientes en el combate, como disciplinados en el gobierno.

Ahora, querida Antoñita ya le puedo decir: Viviré, porque le puedo anunciar que vivirá. »Crea usted, Antoñita, que mi amor hacia Magdalena no es vulgar ni pasajero; mi unión con ella no era matrimonio de conveniencia, ni siquiera lo que se ha dado en llamar un matrimonio de inclinación: me unía una pasión única, sin ejemplo: y si ella moría tenía yo que morir también con ella.

La pecadora descansa de noche en su lecho, atormentada por sus sombríos pensamientos; detrás de la escena resuena cántico confuso y sobrenatural, que pinta lo pasajero de todas las cosas terrestres, presentándose una sombra con barba y largos cabellos blancos, trayendo un féretro en la mano, una corona y un cetro en la otra y un azadón al hombro.

El silbido de la locomotora del expreso septentrional de las cuatro, atrajo a la estación a muy poca de su habitual y desocupada concurrencia. Sólo un pasajero bajó y se dirigió en el solitario trineo hacia el Hotel de Génova.

Sábenlo los que han visto en España las comedias, que llamamos Autos del Corpus, porque el escenario y el proscenio se llevan por las plazas públicas, como indicaba Horacio. «Dos caminos tendréis por donde enderezar los pasos cómicos en materia de trazas. Al uno llaman comedias de cuerpo; al otro de ingenio, ó sea de capa y espada. Suárez de Figueroa, El pasajero: Madrid, 1617, página 104.

Luego pensó que, al encontrarse en el curso de la noche con alguna de las grandes balleneras procedentes del paquebote, el oficial y el marinero habían querido pasar á ella por considerarla más segura, abandonando á Edwin á su suerte para no cargar á la repleta embarcación con un pasajero más. El joven olvidó pronto esta felonía. Necesitaba trabajar para salir de su angustiosa situación.

Ambos tenían novia y cada cual quería a la suya, no con un sentimiento vulgar y pasajero, sino con pasión digna de ellos. Aquella era la ocasión de probarles. Había pagado su deuda haciéndoles buenos y felices: ninguno tenía derecho a proferir la menor queja: ella lo tenía a saber cuál era su verdadero hijo, forjándose la ilusión de creer que lo sería el que mostrase quererla más.

Como el comentario era bastante complicado, nadie respondió. Se fué al rato. El capitán lo siguió un rato de reojo. ¡Farsante! murmuró. Al contrario dijo un pasajero enfermo, que iba a morir a su tierra. Si fuera farsante no habría dejado de pensar en eso, y se hubiera tirado al agua. Su luna de miel fué un largo escalofrío.

Palabra del Dia

rigoleto

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