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Actualizado: 19 de junio de 2025
Isidro levantó la cabeza con orgullo. ¡A todos, sí señor! No había en el barco pasajero mejor relacionado que él.
Muley hubo de reportarse de nuevo con la hospitalidad concedida por el tío al incógnito pasajero, y rabioso y despechado cuanto más se veía obligado al disimulo, se derribó otra vez sobre el arrimo de las columnas, atalayando como un neblí desde el cielo cuanto pasaba en derredor suyo.
El steward contestó rehuyendo sus ojos. Era un obsequio al pasajero de al lado, un alemán que pasaba las noches jugando en el café hasta que apagaban las luces. Sin duda, los amigos le habían dedicado esta alborada por ser su cumpleaños. Y vagó bajo su recortado bigote una sonrisa de servidor discreto que piensa en la hora de la propina y miente por no molestar al señor.
Las creencias son así un producto fatalmente pasajero del entendimiento humano en crecimiento incesante desde que se puso en marcha huyendo del mal y buscando el bien. Todo lo que ha sido materia de los terrores y de las esperanzas de los hombres en una época o en un estado de la evolución progresiva de la humanidad civilizada, ha perdido su valor en las subsiguientes.
Y sintió un gran deseo de ella también encantarlo. Cierta maravillosa inspiración, a veces, movía sus actitudes y dictaba sus palabras; le parecía convertirse en un ser más perfecto, más ideal, difundir de sí misma una gracia nueva, plegarse su persona completamente al secreto ensueño de Julio; y tenía la sensación de revestirse, para él, con un pasajero pero incontrastable hechizo de milagro.
El crepúsculo, abriendo la noche por Oriente, hace brillar los astros con claridad creciente, descolora el ocaso su franja de carmin; sobre el agua, el reflejo de los astros se mece, surcos, senderos, bosques, todo se desvanece, el pasajero inquieto duda por dónde ir. El dia es para el dolo, el mal y la fatiga. Recemos. Vé la noche. ¡La noche, dulce amiga!
Maltrana, recordando las afirmaciones de otros tiempos, repetía a su novia que la vida es alegre, que la vida tiene un sentido helénico, que el dolor, que parece interminable, no es mas que un accidente pasajero, el aperitivo de la felicidad, tras el cual se atraca uno mejor de las dichas de la existencia.
El buque alemán pasó entre ellos empequeñecido, humillado, acelerando su marcha. «Cualquiera diría pensó el joven que tiene la conciencia inquieta y desea ponerse en salvo.» Cerca de él, un pasajero sudamericano bromeaba con un alemán. «¡Si la guerra se hubiese declarado ya entre ellos y ustedes!... ¡Si nos hiciesen prisioneros!» Después de mediodía entraron en la rada de Sóuthampton.
En El pasajero, de Suárez de Figueroa, pág. 109, se dice expresamente que en las farsas, que comunmente se representan, han ya abandonado esta parte, que llamaban loa. Y según de lo poco que servía, y cuán fuera de propósito era su tenor, anduvieron acertados. Muchas loas, que preceden á los autos de Calderón, no son suyas, sino escritas por otros por indicación de los editores.
Y no por la ciencia, no por el presunto conocer, sino con humildad, desprendiéndome de todo afecto pasajero, de toda liviana inclinación a las cosas creadas, logré subir hasta el manantial inagotable de donde todas manan y en el amor del bien soberano cifrar y confundir todos mis otros amores, empezando por el de mí mismo.
Palabra del Dia
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