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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Después de haberle hecho algunas preguntas triviales sobre la salud de su padre, Huberto opinó con desenvoltura que debía ser un malestar pasajero del que no había por qué inquietarse demasiado; en seguida, con aire indiferente pasó a otros asuntos. ¡Ah! exclamó de pronto, he tomado para esta noche un palco en el Teatro Francés. Hoy es ese estreno que usted deseaba ver.

Tendréis una espléndida iglesia y un púlpito, señor cura, pero un verdadero y espacioso púlpito. Arrancaron los caballos, y me asomé a la ventanilla para poder ver por más tiempo a mi viejo cura, que me hacía señales de cariñosa despedida, sin pensar en ponerse el sombrero, pues una feliz y dichosa esperanza había nacido en su corazón. Esta visita al cura sólo me hizo un bien pasajero.

Ni una persona, ni una brizna de hierba, ni un pájaro en la roca pelada, que a las horas de sol debía arder y reverberar como un paisaje infernal. Ahí sólo hay tiburones dijo un pasajero, como si hubiese vivido en la isla . Procrean en sus cuevas, y luego van a buscarse la comida por los mares calientes, hasta las costas del Brasil o las Antillas.

Se puso entonces a mirar el cielo, y después de una meditación extática dijo, más con el corazón que con los labios: ¡Y el cielo también es triste!... Ya de noche, Salvador, que era el pasajero de las contemplaciones doloridas, apoyado en la borda, escuchaba absorto la respiración sollozante del mar.

Podíasele haber llamado fonda de la abstinencia, según era la falta de todo lo necesario para deleitar o cautivar al pasajero. Presidió, sin duda, a su construcción cierta tristeza artística. De excesivas dimensiones para el campamento y destartalada no producía la más remota idea de confort. Tenía, además, una rústica condición: sentíase en ella la humedad del bosque y el olor del pino.

Pensó tristemente en el amor perdido, pero pensó al mismo tiempo, con doloroso titubeo, en lo que podría ver al entrar en su casa. Poco antes de la puesta del sol zarpó el vapor francés. Hacía muchos años que Ulises no navegaba como simple pasajero. Vagó desorientado por las cubiertas entre la muchedumbre viajera.

Freya, satisfecha de estas experiencias, guardaba sus tesoros en la cajita y la repelía con pasajero tedio, para arrojarse sobre Ulises lo mismo que una bestia que quiere morder. Estos largos encierros en una atmósfera cargada de esencias, de tabaco oriental, de respiración de carne femenil, desordenaban el pensamiento de Ferragut.

¿Lleva usted revólver? pregunta un pasajero á su vecino. Y el interpelado, que no desea otra cosa que exhibir su 44, saca del cinto un enorme Bulldog, sucio y descuidado, con el cual, según afirma, peleó muy duro en la escolta de Máximo Gómez. Esta primera demostración armada es la señal; y pronto todos los viajeros agitan en sus manos revólvers y pistolas de todas clases.

Pero, puesto que ella iba a casarse, y se iría de la casa, se consolaría, sin duda, cuando no la viese más. Los sentimientos más violentos no resisten a las largas separaciones. ¿Por qué, entonces, inquietarse tanto por aquel dolor pasajero? Ella también, debía olvidarlo.

Cristóbal de Mesa, Rimas: 1611, fols. 187 y 216. Artieda, Discursos y epigramas, fol. 87. Villegas, Eróticas, epíst. 7.ª Figueroa, El pasajero: Madrid, 1607, fols. 103 y 108.

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