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Actualizado: 22 de julio de 2025
Pero, ¿no piensas en el dolor que me causas con tu partida? Estará usted contenta y orgullosa al saber los adelantos de su hijo. ¿Y si mueres en alguna batalla? No importa. ¿Para qué es la vida? Además, ¿quién piensa en semejante cosa? Cuando se tienen veinte años, el que es noble sólo debe pensar en la gloria.
Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de pesadumbre; y así, el día que nos partimos nunca pude verle para despedirme dél, siquiera con los ojos.
9 Porque el día primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes quinto llegó a Jerusalén, según la buena mano de su Dios sobre él. 10 Porque Esdras había preparado su corazón para buscar la ley del SE
»Seguro estoy de que mi partida causará a muchos gran sorpresa y que tratarán de retenerme en nombre de la ciencia, diciéndome que no debo dejar abandonada mi clientela, pero, ¿qué importa? »Para mí la única persona en quien tengo que pensar es Magdalena; eso no sólo constituye una dicha sino que es además un deber. Mis hijos necesitan de mí y a ellos me debo.
El traje, aunque varía según la localidad, guarda relación en los detalles generales. En Mindanao los hombres usan camisa partida, pantalón ancho y pañuelo en la cabeza arrollado en forma de turbante; las mujeres visten de blanco, llevando una especie de saya que llega poco más abajo de la rodilla.
Pensó que acaso Lea escuchaba también acechando con ansia su partida, y como si hablase á una sombra dijo en voz muy baja: Jenny, sé que está usted ahí. ¡Loca! Ábrame usted. Va en ello su salvación... Los momentos son preciosos... La engañan á usted... Escúcheme...
Y Nélida, ofendida, sólo había tenido desde entonces palabras tiernas y caricias para los dos animales. En cuanto a él, lo detestaba. Comenzó a zarpar el vapor. Soltáronse los cabos que lo unían a tierra; la proa se apartó del muelle. Rugía la música la marcha de partida. Algunos pasajeros se mostraron inquietos recordando a los de la comitiva del desafío. Se iban a quedar en tierra.
El señor vicario y el escribano son casi siempre los otros tercios. Jugamos a décimo de real, de modo que un duro o dos es lo más que se atraviesa en la partida.
Mientras tanto el príncipe cazaba por la mañana en los montes cercanos, y se pasaba la tarde en el café; pero ya no le satisfacía el aplauso de los que se agrupaban en torno de la mesa de billar, ni visitaba la partida del piso superior.
Oliverio, con gran sorpresa de mi parte, no manifestaba la más leve contrariedad ante la idea de alejarse de Ormessón. Ahora me dijo con mucha calma pocos días antes de nuestra partida, ya no tengo nada que me retenga aquí. ¿Tan pronto había agotado todas las alegrías? Entramos en París de noche. Pero, aunque hubiésemos llegado a otra hora, siempre habría resultado tarde.
Palabra del Dia
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