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Actualizado: 22 de julio de 2025
Y el viejo, que participaba de las mismas preocupaciones que el mozo, aprobaba con la cabeza. Hacía bien. De ser él joven y fuerte, tendría un compañero más en la partida. Rafael ya no volvió. Huía de que el demonio le pusiera enfrente de María de la Luz. Al verla, podía matarla o podía echarse a llorar como un chiquillo.
No me acuerdo de ninguna cosa anterior a la época en que viniste a vivir a mi casa de la calle de Hernán Cortés. Ayer estuve todo el día preocupado con una idea, y es que yo fui un lince en Partida doble. Sí, sí. ¿Pues creerás que trataba de recordar algo de esta ciencia sublime, madre de todas las demás ciencias, y no podía?...
La partida, en efecto, se había cerrado en forma de herradura; la abertura quedaba hacia el Paraná que corría 20 varas más abajo: tal era la altura de la barranca.
Estas preguntas fueron hechas en tono franco y cariñoso, y Octavio, un poco aturdido, balbució: Prisa, precisamente... no... pero... Pues si no tiene usted prisa, es usted de la partida. Señores, en marcha.
Al hablar con don Marcelo reveló inmediatamente su origen. Le había sorprendido la orden de partida estando de profesor en un colegio privado y en vísperas de casarse. Todos sus planes habían quedado deshechos. ¡Qué calamidad, señor!... ¡Qué trastorno para el mundo!... Y sin embargo, éramos muchos los que veíamos llegar la catástrofe. Forzosamente debía sobrevenir un día ú otro.
Esta belga de setenta tiros, dice uno, es capaz de acabar con una partida de negros. Ríase usted de pistolas automáticas, exclama otro; no hay arma más fija que esta. Y se pone á apuntar á derecha é izquierda con un Colt. Papá, yo tengo miedo!, grita un niño. El conductor interviene y todos los "escupe plomos" vuelven á sus fundas.
Con este motivo, un muchacho joven, exseminarista, apellidado Dantchari y conocido también por el mote de el Estudiante, que formaba parte de la partida, recordó la canción de Vilinch, que se llama la Canción del Potaje, y, como en ella el autor se burla de un cura tragón, tuvo que cantarla en voz baja, para que no se enterara el cabecilla.
Además, no quería que la señorita Margarita pudiese interpretar mi súbita retirada, por el despecho que causa la pérdida de una buena partida y me hacía un punto de honor en mostrarle hasta el pie del altar una frente impasible; en cuanto al corazón, ella no lo vería.
Su presencia fue para mí en aquellas circunstancias lo que la vista del cielo para el condenado réprobo, y tanto más dulce porque yo sabía la suerte casi inevitable que me hubiera impedido volver a verla sin aquella su última visita. Dos días pasé con ella en completa inacción, al cabo de los cuales el duque de Estrelsau tuvo a bien anunciar que me había preparado una partida de caza.
Después de la partida del general, la Princesa juzgó conveniente informar al Rey Venturoso de cuanto había acontecido. El Rey se puso fuera de sí.
Palabra del Dia
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