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Actualizado: 28 de mayo de 2025
La ingenuidad de aquel americano resultaba discordante con las sutiles hipocresías de la sociedad en que vivía, y cuando hablaba, sin cuidarse de las protestas ni de las exclamaciones de las damas, se hubiera dicho que estaba tirando pistoletazos en una pajarera. Era tan rico, que en todas partes se le acogió con entusiasmo. El gran mundo parisiense no está ya cerrado como en otro tiempo.
GUISANTES A LA PARISIENSE. Se ponen a cocer con manteca de vaca, sal, un poco de azúcar, perejil y cebollitas nuevas; rehóguese un rato; quítese el perejil y las cebollas y se traba con manteca y harina.
No abría un libro, el piano permanecía cerrado, su querida cartera no recibía ya sus impresiones, ni los extractos de sus poetas favoritos; había perdido su tendencia al entusiasmo y a conmoverse tiernamente, que tanto la había distinguido, y contraído la tan vulgar y detestable manía parisiense de la crítica perpetua.
Parisiense en una palabra; tal es mi hombre, y no es extraño que las mujeres se pirren por él. En cuanto a dandysmo, no tiene más que un rival: el sargento de la oficina árabe. Este, con su levita de paño fino y sus polainas con botones de nácar, causa la desesperación y la envidia a toda la guarnición.
¿Y dónde no sucede lo mismo? se replica. Yo contesto que no sucede lo mismo en la mayor parte del mundo; yo contesto que esa disposicion del sentimiento y de los hábitos, es una especialidad francesa, al menos una especialidad parisiense.
Decíale su buen sentido que, a ceder a sus íntimos sentimientos, concertaba un matrimonio de amor, corría el casi seguro riesgo de perder con las buenas gracias de su tía la fundada esperanza de su rica sucesión, y, en consecuencia, podría caer en estado de muy precaria fortuna, mensajera de duros sacrificios; no era un niño; sabía lo que cuesta el vivir; conocía de memoria cuán caras son las distracciones en la alta sociedad parisiense; caballos, teatros, lujo; sería necesario, pues, renunciar a todo eso, y lo que es peor aún, imponer a aquella que iba a ser su mujer privaciones idénticas.
También decía, hablando de ella. Mi hija sabe gastar el dinero. El yanqui quería decir con esto que Maud sabía ser pródiga cuando las circunstancias lo exigían, y económica en la vida diaria: Hacía un año que se había instalado con ella en Francia y se aburría soberanamente, pues no comprendía las minucias y las delicadezas de la vida parisiense.
Y parisiense, respondí ¿Sabes quién es? Cáspita, es mi mejor amigo Tráemele Tú bromeas. Si Tragomer te gusta, espera que yo me vaya." Jenny me llamó tonto. Yo no podía contarle que si no quería ser visto con ella era porque me iba á casar y salí del paso fingiendo una escena de celos.
Pero el hado, que de muy distinta manera tenía resuelto atar los cabos de estos sucesos, dispuso, sirviéndole de instrumento Perico, que Miranda comenzase presto a hallarse satisfecho, entretenido y regocijado en aquella babilonia y golfo parisiense, por cuyos arrecifes y bajíos le piloteó el pollo Gonzalvo con más acierto y destreza que buena intención.
Al ver el calzado parisiense en estos hermosos escaparates, no he podido menos de decirme repetidamente: si una mujer tuviera el pié como es el zapato que aquí miro, ¿qué nombre daríamos á aquel pié? seguramente lo llamariamos fenómeno, aborto, extravagancia. Hé aquí la industria francesa: á fuerza de ser delicada, sutil, vaporosa, es una industria fenomenal.
Palabra del Dia
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