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Actualizado: 23 de mayo de 2025
A un gesto de la mujer, Ramiro, quitándose la gorra, introdujo la cabeza, y miró hacia la estancia contigua. ¡Pareciole soñar! Era un cuarto de abluciones, lleno de paz secreta y somnífera. La luz sólo entraba por algunos agujeros de la bóveda, a través de gruesos cristales en forma de estrellas que imitaban el color del carbunclo, del zafiro, del topacio, del berilo.
Allá en su fuero interno, durante largas noches de insomnio y hasta de vergonzantes lágrimas, ¡cuánto había meditado Laura sobre Coca... y don Mariano! El hecho era que don Mariano no se había fijado en ella, sino en su hermanita, y que ésta creía ahora corresponderle... Al principio, pareciole absurdo a Laura el casamiento de Coca y el estanciero.
Quilito se le había figurado muy feo y muy tipo, porque misia Gregoria no hablaba de él sino para motejarle de renacuajo, y cuando le vió en Palermo, al lado de Jacinto, después de muchísimo tiempo que no le veía, con su carita de querubín, blanco y rubio, muy derecho, muy bien vestido, parecióle un hijo de lord, y contestó afectuosamente a su saludo.
Parecióle ver en medio de aquel torbellino, de aquel resplandor, impuro y flameante, levantarse el cadáver de Dorotea, adelantar, asirle, estrecharle entre sus brazos y arrastrarle consigo.
Supo aquél que un cristiano había sido castigado con el rigor que he dicho, y parecióle tan bien esta justicia, que instantáneamente suplicó se usase con él de semejante castigo, porque yo, dijo, soy reo del mismo pecado; y la india, habiendo caído secretísimamente en una fragilidad, no paró hasta que con gran sentimiento manifestó su culpa á los Regidores, pidiéndoles con muchos ruegos y súplicas se ejecutase en ella el público castigo, afirmando que le movía á hacer esto la ofensa cometida contra Dios, y el no haber seguido los ejemplos de tantos que habían resistido al incentivo de la carne con la consideración de la presencia de Dios que en todas partes asiste, con la memoria de las penas eternas del infierno y con los otros medios que les han enseñado los Padres.
Al verse allí, el cocinero mayor sintió un vértigo horrible, parecióle que las luces se agrandaban, que se iban hacia él, que le rodeaban, que giraban, que subían, que bajaban, que se revolvían en un torbellino de fuego.
Y se marchó, bruscamente, después de guardar el papelucho en su cartera de cuero. Parecióle a misia Casilda que, vestidita como estaba, la habían zambullido de cabeza en agua fría, porque daba diente con diente, como quien tiene tercianas, a la vez que llamaradas de fuego le quemaban la cara. ¡Esteven fiador de Quilito! ¿De qué manera había el joven obtenido esta firma? ¿directamente?
De repente sufrió un fuerte ataque de tos que intentó ahogar llevando el pañuelo a sus labios rojos como la grana. Y luego sintió que desfallecía; pareciole que la ventana huía delante de ella, que el suelo se hundía bajo sus pies, y tambaleándose llegó a la cama, cayó boca abajo sobre ella, estrechando convulsivamente contra su pecho el pañuelo y la zapatilla.
Parecióle entonces sentir un calorcillo alarmante en lo alto de la cabeza, y miró al techo... ¡Nada tampoco!... Volvióse rápidamente, y un grito de espanto se escapó de sus labios al verse frente a frente de un espejo... En él se reflejaba su estrafalaria figura, cubierta por el largo camisón y coronada por el gorro de dormir, en cuya punta brillaba una rojiza llamita... ¡Cielo divino, allí estaba el incendio!
Los cascos esparcidos semejaban pedazos de un cráneo, y el polvillo rojo del barro cocido que ensuciaba la colcha blanca pareciole al criminal manchas de sangre. Antes de pensar en borrar las huellas del estropicio, pensó en poner los cuartos en la hucha nueva, operación verificada con tanta precipitación que las piezas se atragantaban en la boca y algunas no querían pasar.
Palabra del Dia
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