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Al entrar en su camarote, después de media noche, sus ojos tropezaron con la imagen de Teri erguida sobre el tocador en el encierro de un marco dorado. ¡Pobre Teri! Por primera vez en todo el día pensaba en ella, sólo en ella, sin poner su recuerdo en parangón con la imagen real de otras mujeres.

La lengua, los trajes, las costumbres, toda la vida analizada en conjunto y en detalle, fingíala en mi deseo, como distinta y nueva, en parangon con la que yo conocia. Mas tarde, cuando entreví la utilidad de los viajes, por la instruccion y conocimiento del mundo que reportan, tomó carta de naturaleza dentro de mi cerebro por decirlo así la idea de viajar.

El Magistral recordó que en aquella misma berlina u otro coche de la misma casa por lo menos, pocas semanas antes iba él llorando de alegría, llena el alma de esperanzas, de proyectos que le hacían cosquillas en los sentidos y en lo más profundo de las entrañas. Y ahora un presentimiento le decía que todo había acabado, que Ana ya no era suya, que iba a perderla, y que aquel viaje al Vivero era ridículo; que si estaba allí Mesía, como era casi seguro, todas las ventajas eran del petimetre. Vestía el Provisor balandrán de alpaca fina con botones muy pequeños, de esclavina cortada en forma de alas de murciélago. Tenía algo su traje del que luce Mefistófeles en el Fausto en el acto de la serenata. Había deliberado mucho tiempo a solas: ¿qué ropa llevaría? Cada vez le pesaba más la sotana y le abrumaba más el manteo. El sombrero de teja larga era odioso; demasiado corto era cursi, ridículo, parecía cosa de don Custodio; muy cerrado, antiguo, muy abierto, indigno de un Vicario general. ¿Iría de levita? ¡Vade retro! No, el cura de levita se convierte por fuerza en cura de aldea o en clérigo liberal. El Magistral muy pocas veces recurría a tal indumentaria. Oh, si le fuera lícito vestir su traje de cazador, su zamarra ceñida, su pantalón fuerte y apretado al muslo, sus botas de montar, su chambergo, entonces , iría de paisano, y la vanidad le decía que en tal caso no tendría que temer el parangón con el arrogante mozo a quien aborrecía. , a quien aborrecía. Don Fermín ya no se lo ocultaba a mismo. No daba nombre a su pasión, pero reconocía todos sus derechos y estaba muy lejos de sentir remordimientos. «

Pongamos en parangon los dos silogismos. Descartes dice: «nada puede pensar sin existir, es así que yo pienso, luego existoFichte dice literalmente lo que sigue: «X no es posible sino relativamente á un A; es así que X es realmente puesto en el yo; luego A debe estar puesto en el yo.» ¿Cuál es en el fondo la diferencia? ninguna, ¿Cuál es en la forma? la que va del lenguaje de un hombre sencillo á un hombre vano.

Nuestro despensero es un primado y rey; nuestro mayordomo es un arzobispo y rey; nuestro gentil-hombre es un obispo y rey; y nuestro cocinero mayor es un rey abad; pero Nos adoptamos una gerarquía inferior y un nombre mas modesto para probar nuestra grande humildad.» A tanta gala y magnificencia quedan oscurecidas las estupendas maravillas que nos refieren D. Juan de Persia, el veneciano Marco Polo, Sir John Mendeville y otros viajeros; pero en los límites de lo real y verdadero, ¿cuántos edificios podrán citarse que sostengan el parangon con el magnífico Mihrab de Córdoba?

Expresó su profunda sorpresa de que un joven fuese quien tomara la iniciativa en la funesta empresa de privar de comodidades a los hombres que trabajan en el campo de la ciencia, y con tal motivo exaltó el respeto que le es debido y que siempre se ha tributado al sabio, haciendo un bello y minucioso parangón entre éste, que con sus obras eleva y enriquece los espíritus, y el obrero de la materia, que eternamente será siervo de la gleba, decidiéndose, claro está, por aquél.

Otra estátua de mujer también en su nicho del mismo alto con la cabeza manos y pies de piedra de parangon y el cuerpo de ágata ordinario. Un sátiro de marmol antiguo también en su nicho de cerca de tres cuartas de alto que tiene en la mano un botijoncito.

Sustitúyase á intuicion sensible, especie sensible; á concepto, especie inteligible, y nos encontraremos con una doctrina muy semejante á la de los escolásticos. Hagamos el parangonDice Kant: es necesaria la accion de los sentidos, ó bien la experiencia sensible, para que podamos adquirir conocimiento.

Y si no temiera ofender las instituciones, me atrevería a ponerlos en parangón con los del salón de conferencias del Congreso y de la Bolsa, seguro de que tampoco habían de desmerecer. El sol aún seguía bañando una parte no insignificante del paseo. Los chiquillos resaltaban sobre la arena como un enjambre de mosquitos en una mesa de mármol.

A este respecto, y en parangón de lo pequeño con lo grande, las mas altas cuestiones de porvenir comercial pueden aplicarse á la república de Bolivia; presentando ella en sus diversas provincias todas las zonas, todos los temperamentos, y pudiendo producir con el fomento de la industria todo cuanto producen los otros pueblos y paises del mundo.