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Actualizado: 24 de julio de 2025
Estoy soñando... Todo lo que veo es mentira, ilusión. PANTOJA; DON URBANO, el MARQU
Yo quiero que lo seas. ELECTRA. Así me adorno para divertir a los chiquillos. ¡Si viera usted cómo se ríen! Pues un niño muerto. Así adornan a los niños cuando los llevan a enterrar. PANTOJA. Para simbolizar la ideal belleza del Cielo a donde van. No, no quiero parecer niño muerto. Creería yo que me llevaba usted a la sepultura. PANTOJA. Yo no te entierro, no. Quisiera rodearte de luz.
Junto á sí, y esposa de su hijo, tenía á aquella admirable mujer, modelo de la dama española, tipo por desgracia perdido, con su belleza espiritual, con su noble aspecto, con la delicada atmósfera de distinción que vemos aún en los retratos contemporáneos de Pantoja, de Velázquez y de otros tantos.
PANTOJA. ¡Pero esa loquilla...! Véala usted correteando con los chicos del portero, con los niños de Máximo y con otros de la vecindad. Cuando la dejan explayarse en las travesuras infantiles, está Electra en sus glorias. CUESTA. ¡Adorable muñeca! Quiera Dios hacer de ella una mujer de mérito.
Como hombre, ha estado usted sujeto a las debilidades humanas. Pero el pecador se ha regenerado, castigando su vida con las mortificaciones que trae el arrepentimiento, y enderezándola con la práctica de la virtud. PANTOJA. La tristeza, el amor a la soledad, el desprecio de las vanidades, fueron mi salvación.
Pero no dejaba de gozar puerilmente con la perspectiva del baile, al cual pensaba asistir vestido de paje de los Reyes Católicos. Fué una idea que le suministró Clementina. El modelo lo sacaron de un célebre cuadro que había en el Senado. Ella estaba enamorada del retrato de D.ª Margarita de Austria, esposa de Felipe III, hecho por Pantoja.
Máximo y el Marqués irán conmigo, y los tíos me perdonarán. MÁXIMO. No es ojeriza: es odio recóndito, inextinguible. PANTOJA. Odiarte no. Mis creencias me prohíben el odio. Cierto que entre nosotros, por causa de tus ideas insanas, hay cierta incompatibilidad... Además, tu padre, Lázaro Yuste, y yo, ¡ay dolor! tuvimos desavenencias profundas, de las que más vale no hablar ahora.
EVARISTA. La energía de usted fortifica mi ánimo... Bueno...¿y qué...? PANTOJA. Hoy en casa de Requesens, han hablado de la chiquilla en los términos más desvergonzados. Contaban que acosada indecorosamente del enjambre de novios, se deleita recibiendo y mandando cartitas a todas horas del día.
Amor mío, duérmete. No temas, hijo... No te suelto. EVARISTA. ¿Pero vamos o no? ELECTRA. Yo no voy... ¿Tienes hambre, sol mío? ¿tienes sed? Ved cómo a mí se agarra el pobrecito pidiéndome que no le abandone. ¡Egoístas! ¿No sabéis que no tiene madre? PANTOJA. Pero alguien tendrá que le cuide... Ea, basta. Llevadle pronto a su casa. PANTOJA. ¡Qué escándalo! EVARISTA. ¡Qué falta de sentido!
PANTOJA. Una pena... que me aflige más por ser yo quien he de causártela. Bien quisiera; pero no puede ser. ELECTRA. ¡Oh! ya estoy aterrada. PANTOJA. Por Dios, déjame hablar... no seas tan viva... Hija mía, yo no hablo mal de nadie, ni aun de los que me aborrecen. Máximo es bueno, trabajador, inteligentísimo... ¿Qué más quieres? Así, así.
Palabra del Dia
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