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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Pero por mí, por vos, por la sociedad toda entera, ponedle nuevamente a trabajar de albañil; pero no, mejor será que me lo devolváis; me lo llevaré conmigo. Pagaré lo que sea necesario, pero el tiempo apremia. ¡Prescripción facultativa!... Romagné, amigo mío, es preciso que me sigáis.
¿De veras? exclamó don Raimundo, sacando los dientes en una sonrisa, el señor Vargas la había encargado entonces... a eso venía yo también; aquí está el pagaré, vencido el 22 y que hoy debe ser saldado. De una cartera de cuero, sacó el papelucho y lo presentó, haciendo el amable.
En cambio, si los da ahora por recibidos y acepta el pagaré que yo le firme, dentro de medio año o antes, y esto es tan claro como el sol que nos alumbra, recuperará sus ocho mil reales y además los intereses que me ponga por ellos, porque yo no quiero que me los adelante por mi linda cara.
Que os vais, y rogad á Dios Que enfrene vuestros deseos, Y al Castañar no volváis, Que de vuestros desaciertos No puedo tomar venganza, Sino remitirla al cielo. Yo lo pagaré, García. No quiero favores vuestros. No sepa el conde de Orgaz Esta acción. Yo os lo prometo. Quedad con Dios.
De pronto Nébel sintió que estaban solos, y la imagen de la madre surgió nítida: "se va para que en el transporte de mi amor reconquistado, pierda la cabeza y el matrimonio sea así forzoso". Pero en ese cuarto de hora de goce final que le ofrecían adelantado y gratis a costa de un pagaré de casamiento, el muchacho, de 18 años, sintió como otra vez contra la pared el placer sin la más leve mancha, de un amor puro en toda su aureola de poético idilio.
En seguida añadió: Según el pagaré, tú me eres deudora de diez mil reales, y como me has dado ocho mil, me debes dos mil aún. Yo te los perdono. La generosidad de don Ramón fue solemnizada por toda la concurrencia con los más ruidosos aplausos. Veinte días después de lo que acabamos de contar se celebraron las bodas de Juanita y don Paco.
Para que pueda Vd. darse cuenta de la condición de aquel tío, de don Ulpiano, bastará un rasgo. Tenía un hijo único, muy jovencito, de no mucho entendimiento, que por culpa de malas compañías, de tacañería, descuido y desamor de su padre comenzó a malearse; contrajo deudas y firmó un pagaré de cuatro mil reales.
Porque mientras más amigas, más formalidad. ¿Usted me da un interés de dos por ciento al mes? ¿Usted añade al pagaré los seiscientos reales aquellos?... Porque una cosa es la amistad, amiga mía, y el negocio... Yo creo que usted no se ofenderá...». No hay para qué añadir que la Tellería dijo a todo que sí con expresiones sinceras y ardorosas.
Lo que misia Casilda deducía de todo esto, era tan espantoso, que se puso a llorar... El desgraciado niño lo había dicho: que era más culpable de lo que ella creía. Entonces, si la sospecha horrible resultaba evidente, urgía recuperar el pagaré de manos de don Raimundo, no darle ocasión de que fuera a poner bajo los ojos de ese hombre la firma falsificada...
Entregaron los serenos a Martín en manos del alcaide, y éste le llevó hasta un cuarto obscuro con un banco y una cantarilla para el agua. Demonio exclamó Martín , aquí hace mucho frío. ¿No hay sitio dónde dormir? Ahí tiene usted el banco. ¿No me podrían traer un jergón y una manta para tenderme? Si paga usted... Pagaré lo que sea. Que me traigan un jergón y dos mantas.
Palabra del Dia
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