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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Sonreía con amabilidad, y Robledo no pudo notar en su persona nada extraordinario. Hasta había perdido aquel gesto de preocupación que evocaba la imagen de un pagaré de próximo vencimiento. Parecía más seguro y tranquilo que otras veces. Lo único anormal en su exterior era la exagerada amabilidad con que hablaba á las gentes.
Vendré al frente de mis hombres y te arrebataré á mano armada, si á ello me obligas. Arriesgaré en esta lucha mi vida y la suya, pero les pagaré lo que haga falta y no vacilarán... ¡Decide! Pues bien, te obedezco, dijo Jacobo con repentina resolución. Para evitar tantas desgracias, me expondré yo solo al peligro... ¡Pero, qué riesgos!
10 Creí; por tanto hablé, y fui afligido en gran manera. 11 Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso. 12 ¿Qué pagaré al SE
Fué cerca de la madrugada cuando Ovejero, que había conseguido dormirse, la vió al abrir sus ojos. Señora, la falta no es mía; es de un amigo que se ha dejado matar, perdiendo mi dinero. Pero yo pagaré. Voy á buscar alguien que se encargue de devolver el préstamo, aunque tenga que costearle los gastos de viaje. Además aumentaré los intereses.... No pudo seguir hablando.
Es usted un hombre incomparable, señor don Santiago; y yo nunca pagaré bastante a nuestro amigo el señor Guzmán el favor de habérmele dado a conocer. No haga la señora marquesa, a fuerza de elogios, que tenga yo que echarlos a mala parte. Estoy acostumbrado a mucho menos. Pues no le dan a usted lo que merece; y le juro que no le digo más que lo que siento.
¿Qué ha de hacer? Empleao. En la primavera viene. Al decir primavera, Julia sonrió sin que don Juan lo notase, porque se había quedado muy pensativo. De pronto, exclamó: Bueno, mujer. Pues... yo te pagaré bien, ¿entiendes?; pero desde hoy a quien sirves es a mí. Eso no pué ser. ¿Por qué?
Al avalar el pagaré de su madre, había pensado revelar a su tío esta debilidad, pues incapaz de hacer nada por cuenta propia, se lo consultaba todo a don Juan. Pero esta vez fue perezoso; transcurrió el tiempo sin encontrar ocasión para ir a casa de su tío, y al fin nada le dijo. Además, su posición en Las Tres Rosas tenía a Juanito pensativo y preocupado.
¡Cómo es eso, si el mes pasado me ha pagado usted cien mil escudos! repuso el Conde. ¿Yo? Evidentemente; ya no tengo ningún pagaré de usted, pues todos han sido satisfechos, y nada me debe. Eso es imposible. Vea usted a mi notario y él se lo probará. El deudor, que ya no lo era, fue a verme, en efecto, y no podía salir de su asombro. Es una gran suerte para usted le dije.
Los negocios andan mal; en verano no se encuentra trabajo; pero ya llegará la buena época, cuando la gente regrese a Madrid, y entonces pagaré todos los atrasos de una vez. Vaya usted tranquilo, señor de Maltrana. Nada le pido; que Dios no nos abandone, y todos viviremos. Isidro encontraba cada vez más dura y difícil su existencia.
Que si á esconderme aqui me truxo el miedo De la cercana y espantosa muerte, Ella me sacará con mas denuedo, Con el deseo de seguir tu suerte; Del vil temor pasado, como puedo Haré ahora la enmienda osado y fuerte, Y el error de mi edad tierna inocente Pagaré con morir osadamente.
Palabra del Dia
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