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Actualizado: 21 de mayo de 2025


De pronto, se abrieron los paños como rasgados de alto a bajo, y dejaron ver un instante el ámbito de la estancia que ocultaban. El santuario de Fortuna era una alcoba. Hacia el fondo sonó el estallido desigual de un beso doble, y enseguida, salió tranquilamente un hombrecillo insignificante, feúcho, pequeñuelo y vulgar, que con aire de triunfo venía estirándose los puños y acariciándose la barba.

Voceaba el pregonero, lo mismo las prendas de uso más íntimo y personal, como eran las camisas, calzas, jubones, sombreros y zapatos viejos, como las más preciadas telas, las tapicerías ó «paños de rásguadameciles, encajes, armas, vidrios, esmaltes y cuantos objetos de arte suntuario empleaban nuestros magnates en sus personas ó viviendas, juntamente con los utensilios y más insignificantes trebejos del menaje de una casa, cuya enumeración es bastante para formar juicio exacto de la vida privada y de la pública, de todas las clases sociales.

De relieve está allí la ciudad modelo de La Plata, que apareció de pronto en el llano silvestre, con ferrocarriles, y puerto, y cuarenta mil habitantes, y escuelas como palacios Y cuanto dan la oveja y el buey se ve allí, y todo lo que el hombre atrevido puede hacer de la bestia: mil cueros, mil lanas, mil tejidos, mil industrias: la carne fresca en la sala de enfriar: crines, cuernos, capullos, plumas, paños.

Marroquín se están pegando allá arriba en la guardillaSubió el inspector a saltos y halló al cura en un estado que daba lástima verlo: echando sangre por las narices y los dientes. No quiso, sin embargo, que se diese parte al director, ni se dijese nada en el colegio. Entre D. Ruperto y Miguel lleváronle a su cuarto, le pusieron algunos paños de árnica, y le dejaron acostado.

Creía encontrar una entrada inmunda y vecindad malísima, y era todo lo contrario. La vecindad no podía ser más respetable: en el bajo una tienda de objetos de bronce para el culto eclesiástico; en el entresuelo un gran almacén de paños de Béjar, con placa de cobre en la mampara; en el principal, la redacción de un periódico religioso.

Yo he oído contar que en el siglo pasado vivieron aquí unos almacenistas de paños, poderosos, y cuando se murieron... no se encontró dinero ninguno. Bien pudiera ser que lo emparedaran. Se han dado casos, muchos casos. Yo tengo por cierto que dinero hay en esta finca... Pero a saber dónde demontres lo escondieron esos indinos. ¿No habría manera de averiguarlo?

¡Yo necesitaría toda la del mundo para mover una pierna!... ¡ay!... Después les va a pesar... ¡vamos!... ¡un poco de energía y arriba!... Vean que esos dolores perduran mucho si se les anda con paños tibios... ¡Vamos, pues, arriba!... Montamos a a caballo... ¡Ay!... ¡Ay!... ...y nos vamos de un galope... ¡Ay!... ¡Ay!... ...hasta lo de Anastasio. Todo fue inútil.

Se bordaba en blanco, en sedas de colores y en oro; el planchado era admirable; los roquetes, albas, paños de altar, sabanillas y almohadones para santos sepulcros, parecían obra de hadas; los ternos, casullas, mangas y estandartes, eran verdaderos prodigios artísticos; y como antes ocurrió que solía quedar un remanente de velas, comenzó también a tener la casa en almacén más de lo que había menester para sus obsequios.

Y se oyó, como una campanada: ¡Oro 345! Llegaron los diarios de la tarde y pasaron de mano en mano, arrebatados, en el furor de saber noticias. ¿Qué había de nuevo? Nada, los decretos de agua de borrajas del Gobierno, los paños calientes de siempre: la situación deshauciada, y sus médicos aturdidos, sin saber a qué santo encomendarse.

Hasta veinte serían los de aquella tropa, todos vestidos de flotantes y ligeros paños, todos contentos y satisfechos como quien priva con la divinidad y de los demás seres del mundo no se le importa un prisco. Al son de una música muy rara entonaron los derviches algunas de las más bellas canciones panteísticas de su fundador.

Palabra del Dia

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