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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Sentíase tan contento el cura al decir: «Voy a subir al púlpito» que tuvimos que resignarnos a tener sermón todos los domingos. No bien abría la boca, tomaban las feligreses una postura cómoda para echar un sueñecito.

Y así le tuvieron un gran rato, porque más de quince hombres estaban sobre él, y a todos daba las manos llenas, y si se descuidaban, en los hocicos. A todo esto, el señor mi amo estaba en el púlpito de rodillas, las manos y los ojos puestos en el cielo, transportado en la divina esencia, que el planto y ruido y voces que en la iglesia había no eran parte para apartalle de su divina contemplación.

La elocuencia del Magistral en el confesonario no era como la que usaba en el púlpito; ahora lo notaba. En el confesonario aprovechaba las palabras familiares que dicen tan bien ciertas cosas que jamás había visto ella en los libros llenos de retórica.

Algunos han creído que los diputados subían al púlpito para hablar; pero no es cierto. Los diputados hablaban, como hoy, desde sus asientos; y los púlpitos no servían para nada más que para apolillarse.

El Magistral, que debía predicar el día de la Virgen del Carmen, cae enfermo y encomienda a Quitolis, cuya ciencia y fervor religioso admiraba, que sea él quien predique aquel día, aunque hasta entonces no había predicado nunca. Sin previo estudio escrito acude y sube al púlpito Quitolis.

Saldrá el hombre que hace falta, un tío con un garrote muy grande y con cada riñón... así. Ramsés II bajaba la cabeza. D. Basilio era su único amigo, porque también allí ponía el paño al púlpito para anunciar la venida del Príncipe... «Por supuesto añadía , tiene que venir con la estaca de que habla el amigo Juan Pablo».

Cuando desde lo alto del púlpito miraba congregado el rebaño de fieles que le oía con devoto silencio, imaginaba estar realizando el más alto y noble de los destinos humanos. En su conducta nada había censurable.

Ya no dudó que en la carrera de las armas, siguiendo el ejemplo de sus antepasados, pudiera ser tan útil a Dios y a la Santa Iglesia como en el claustro o en el púlpito. Diose entonces a descifrar los añejos pergaminos de su familia y a leer la historia de los grandes capitanes de Roma y España.

Los predicadores tronaban en el púlpito contra el entristecedor espectáculo del celibato involuntario, y uno de ellos llegó a decir que las hijas solteras que se quedan en el mundo son en él objeto de escándalo y un obstáculo a las buenas costumbres. ¿Cómo, después de esto, atreverse a permanecer solterona?

Encargo mucho que se lea sobre esto un Sermon de la Sexâgesima, donde, ya desengañado, trató de desterrar del Púlpito los vanos conceptos é interpretaciones arbitrarias de las sagradas Letras. En la Carta Pastoral que el Obispo de Barcelona D. JOSEPH CLIMENT ha puesto al principio de la version castellana de la Retórica del P.Fr.

Palabra del Dia

hociquea

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