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Actualizado: 10 de mayo de 2025
El tío Traga-santos, viendo que su manifiesto, lejos de hacer entrar en razón á aquellos á quienes se dirigía, los había irritado hasta el punto de que se temía de ellos alguna barbaridad, acudió al Párroco en demanda de consejo.
Se acabó el ir y venir con el cesto de tierra. Se vistió de negro, y por amor de Dios se olvidó de sus padres. A los dos años la señora Rita salía de la casa del cura enseñando los puños a Paula y llevándose en un cofre sus ahorros de veinte años. El cura murió de viejo y el nuevo párroco, de treinta años, admitió a la hija de Raíces como parte integrante de la casa Rectoral.
Dicho manuscrito lo constituye una extensa Memoria referente á la provincia de Tayabas, de cuya cabecera fué Párroco muchos años, y cuya Memoria no encuentro datos de que se haya publicado, y hasta casi puedo asegurar que el ejemplar que tengo á la vista, es el único que existe.
Margarita creció, creció en hermosura y en pureza, creció á mi lado; yo la enseñé á leer, yo la expliqué los misterios de la religión, que el párroco nos explicaba en la iglesia... Margarita creció en años y en hermosura, y se hizo mujer. Yo seguía tratándola como hermana; la amaba con toda mi alma, pero creyendo amarla con un amor de hermano.
Entre un estrépito de aplausos y vivas a Brull, la negra avalancha se dirigió a la iglesia. Había que hablar con el cura para sacar el santo, y el buen párroco, bondadoso, obeso y un tanto socarrón, se resistía siempre a acceder a lo que él llamaba una tradicional mojiganga.
Fuera del tío Goro, que por su cualidad de hombre letrado se creía en el caso de opinar siempre como el párroco y el capitán de Entralgo, apenas quedaba un individuo del sexo masculino que no se hallase excitado por la idea de enriquecerse.
Cuando creyó tenerla blanda, le hizo presente con grandes perífrasis que él, como párroco coadjutor, tenía el deber de velar por la honra de todas sus feligresas; que la de ella andaba en boca de la gente hacía unos días, y que esto le pesaba en el alma por el particular cariño que la profesaba. Le pesaba tanto más, cuanto estaba seguro de que no había dado motivo alguno para ello.
Salieron todos del pórtico, y cuando hubieron andado un corto trecho, Moreno preguntó a Llot si sabía de algún sitio donde se pudiera almorzar medianamente. Oyó la pregunta el párroco del pueblo, que venía entre ellos, y atajó la respuesta diciendo en voz alta, imperativa: Ustedes, señores míos, no van a almorzar a ningún lado, sino a mi casa. Los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos.
D. Félix en aquellos días hizo un viaje á Arbín y celebró largas y frecuentes conferencias con el párroco de la Pola, persona muy avisada y de letras. Por último, una mañana, poco antes de comer, dijo á D.ª Robustiana: Pon dos cubiertos hoy en la mesa que espero un convidado. Hízolo así el ama de gobierno, pero viendo que sonaban las doce mostró su extrañeza.
Después de algunas frases vulgares, de haber refocilado el estómago con las viandas y remojado la palabra, dijo su señoría: No piense vuesa merced que me he pegado un trote desde Yanaoca sólo para darle saludes. Usiría sabe contestó el párroco que cualquiera que sea la causa que lo trae es siempre bien recibida en esta humilde choza.
Palabra del Dia
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