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Actualizado: 11 de junio de 2025
De que ahora se levantara de su asiento el señor presidente y le diera dos palos a Ostolaza. Aquí no es costumbre que el presidente apalee a los diputados.
¡Orden y conveniencia! gritó el portero . Si no, en nombre de Su Majestad les echo a todos a la calle. Aquí no hay ninguna Majestad dijo D. Paco. La Majestad son las Cortes, señor esparaván afirmó con enfado un galerio. Es de los que vienen a aplaudir cuando rebuzna Ostolaza dijo otro señalando a don Paco.
Mientras lord Gray respondía a ciertas enfadosas preguntas que le hizo Ostolaza, doña María llamó a sus hijas y dijo a Asunción, no tan por lo bajo que yo dejase de oírlo: Mira, Asunción, habla con lord Gray un ratito; coge con disimulo el tema de la religión y sondéale, a ver si es cierto que está dispuesto a abjurar sus errores, por abrazarse a nuestra santa doctrina.
Ostolaza dice de ti mil herejías; pero mamá se opone a que hablen mal de nadie delante de ella... Sin embargo, tienes en casa fama de ser un terrible conquistador de hermosuras. Más vale que no vayas allá. ¡Ah, pícaro!, ya sé que te gusta mi hermanita Presentación. Todos los días me pregunta por ti... Por mi parte si la quieres... yo sé que eres un hombre honrado. En efecto, me agrada.
En nuestro secreto asilo viene a buscarnos la traidora maldad que todo lo invade y hasta en lo más recóndito penetra. Los tres personajes dieron nuevas señales de su unánime asentimiento. Basta de farsas dijo Ostolaza . La señora doña María no necesita que usted se disculpe ante ella, porque le conoce. ¿Cómo va de teología?
De ese modo se regará muy bien la Mancha. Señores, no olvidarse de que mañana habla Ostolaza y quizás D. José Pablo Valiente. Hay que ir a la tribuna. Yo esperaré en la calle para ver la función de salida. Eh... Antonio, échanos un discurso. Un discurso como el de anoche, y sobre el mismo tema de la democracia.
Señora respondí de buen grado lo haría; pero mis ocupaciones militares y la necesidad que tengo de despachar de una vez todo el capítulo <i>de prescientia</i>, que es el más difícil de todos, me retendrán en la Isla. ¿Y qué opina usted de la <i>prescientia</i>? me preguntó Ostolaza cuando yo estaba muy lejos de esperar semejante embestida.
La marquesa examinome de pies a cabeza, y luego, señalándome impertinentemente con la muleta que sus doloridas piernas le obligaban a usar, preguntó: ¿Usted?... ¿Y usted quién es? Es el Sr. de Araceli dijo Ostolaza con sonsonete desdeñoso. Ya... ya conozco a este caballero dijo la de Leiva con malicia . ¿Sigue usted al servicio de mi sobrina? Me honro en ello.
Amenaza a las tribunas porque nos reímos de su facha. Sí, Sr. Ostolaza, nos reímos de usted... Miren el mamarracho, espantajo. ¿Por qué no le retiran las licencias? Si es un predicador de aldea... Insulta a los demás. ¿Usted qué sabe, so bruto? ¿Porque en casa le oímos con la boca abierta cuando nos sermonea, cree que le van a tolerar aquí?...
Por eso verá usted que apenas permito a mis niñas hablar un poco con Ostolaza, con lord Gray o con usted, si bien ha habido noches en que les he consentido conversaciones de quince minutos en distintas horas. Comprendo que mi sistema, aunque no es riguroso, será criticado por los que dan rienda suelta a los impulsos naturales de la juventud. Pero no me importa.
Palabra del Dia
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