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Actualizado: 18 de mayo de 2025
El señor D. Felipe 2.º en 15 de Noviembre de 1597 mandó que de las rentas de la bailia general de Aragon se diesen cada año al rector 436 sueldos, y D. Felipe 4.º en 6 de abril de 1664, ordenó á los inquisidores del tribunal de Zaragoza, contribuyesen con 50 escudos de la renta del horno, y en abril del mismo año que de la hacienda de su real palacio le diesen todo lo que hubiese menester para el culto divino.
23 Y Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó, y se fue a su casa en su ciudad; y ordenó su casa, y se ahorcó y murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre. 24 Y David llegó a Mahanaim, y Absalón pasó el Jordán con todos los varones de Israel.
Cuando Barberau, su antecesor, se retiró no sé adónde, para vivir de sus rentas, un cliente recomendome a este, que se estaba literalmente muriendo de hambre. Llamó M. L'Ambert, y ordenó al ayuda de cámara, que se presentó al instante, que hiciera subir a Singuet, el nuevo portero. Acudió el hombre, y lanzó un grito de espanto al contemplar el rostro de su amo.
Nada me sorprende de tí; eres cura dijo encarándose con Tirso, al par que examinaba a su padre la frente pero, ¡vosotras!... Hijo, no creí que fuese tan tarde. ¡Parece que ya no eres mi madre! Tú añadió dirigiéndose a Leocadia no volverás a salir sin permiso mío. Ordeno y mando. ¿Sin permiso tuyo? ¡Tiene gracia!
Y la otra con refinada calma dijo así: «Hace mucho calor; no tengo ganas de salir». Pero tú... ¿juegas... o qué...? No se apure usted, señora, no se encabrite, no se encumbre replicó la Sánchez . Si se me viene con sofoquinas y con aquello de ordeno y mando, no hemos hecho nada. Usted en su casa, y yo en la mía. Los cinco mil reales... mírelos usted; aquí están.
Tápense bien, que hace mucho frío... ¡Hasta mañana, señoritos! Fernando se conmovió con las palabras de la buena mujer. ¡Cuándo sería ese mañana!... Mañana vendría su viejo criado a levantar la casa, a llevarse aquellos muebles que él le regalaba para evitar la profanación de una venta. Ella, al dar algunos pasos en la calle, se detuvo y ordenó imperiosamente: ¡Escupe!...
Dos veces repitió estas mismas razones, y dos veces no fueron oídas de ningún aventurero; pero la suerte, que sus cosas iba encaminando de mejor en mejor, ordenó que de allí a poco se descubriese por el camino muchedumbre de hombres de a caballo, y muchos dellos con lanzas en las manos, caminando todos apiñados, de tropel y a gran priesa.
Ya sabes que no recibe dijo la señorita, y tomando de manos de Blas una tarjeta que este traía leyó: José Ido del Sagrario, corredor de publicaciones nacionales y extranjeras. Que entre, que entre al instante ordenó Santa Cruz, saltando en su asiento . Es el loco más divertido que puedes imaginar.
¿Sabéis lo que me ordenó mi señora madre que hiciera al comenzar la batalla? indicó Rumblar . Pues que rezara un Avemaría con toda devoción. Ha llegado el momento. «Dios te salve, María...»
Entonces, con el mismo ímpetu desordenado que pusiera días antes para resolver el casamiento con Muñoz, decidió ahora correr a casa de las Aliaga. ¿Qué pasaría a la pobre Laura? Acaso su anemia se había agravado... Oye, ordenó a Lola, dame el saco de piel, dame el sombrero gris, pronto, y no digas nada, tú no me has visto salir, tú no sabes nada de mí.
Palabra del Dia
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