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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Un poco agarrado en cuanto al dinero, pero decente, pacífico, conciliador, incapaz de hacer daño a nadie... En fin, un cordero. ¡Un lobo! murmuró Elena al oído de Clara volviendo al mismo tiempo la cabeza atrás con susto. Barragán llegaba ya con el caballo del diestro. Reynoso ordenó al peón que allí venía que lo llevase a la cuadra, y emparejándose después con su amigo marcharon un poco delante.
El Rey entró el 1.º en Zaragoza en la semana de ramos, acompañado de los oficiales de su casa y señores de su corte: llevaba luto por su padre D. Jaime 2.º, pero ordenó, que el sábado santo despues de gloria se lo quitasen todos, se afeitasen las barbas, y se arreglasen muy de propósito para la fiesta.
Entraron, pues, en la cocina, donde los pinches, el cocinero y algunos mozos que allí estaban los examinaron con sorpresa. Hojeda ordenó que al instante frieran un par de chuletas: el cocinero, al saber de lo que se trataba, se puso a prepararlas con gran prisa; los pinches también desplegaron toda su actividad.
Mejor dirías ordeno y mando dijo el conde soltando una carcajada. ¿Qué le parece a usted de la princesita? ¿Sabe o no sabe mandar? Yo me contenté con sonreír. La tía Tula prosiguió la joven, sin hacer caso te quiere mucho. Estoy segura de que hará lo que tú le aconsejes. ¡En seguida! ¡Si no la he visto hace un siglo! No importa.
De repente, y como para cerrar con broche de oro la jornada, el general Mendieta ordenó que las fuerzas del capitán Castillo, dando un rodeo, fueran á ocupar una posición situada á nuestra derecha, es decir, á la izquierda de los rebeldes, y precisamente hacia el sitio que estos intentaban ocupar.
En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba; pero el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba; y, habiendo pasado entre todos corteses ofrecimientos y tanteado la comodidad de la venta, se ordenó lo que antes estaba ordenado: que todas las mujeres se entrasen en el camaranchón ya referido, y que los hombres se quedasen fuera, como en su guarda.
Llevola tan sólo una vez a la corte para no poner en peligro su propósito, y trató de alejar a los hermanos San Vicente, cuya familiaridad debía inspirar a Ramiro perpetua desconfianza. Para esto ordenó a doña Alvarez que, así como Gonzalo o Pedro se presentasen de visita, estando él ausente, les hiciera decir que Beatriz no podía recibirles mientras su padre no regresara de la corte.
¡Entra, tonto! ordenó imperiosamente con voz enronquecida al notar su vacilación .
Aunque al principio la jaca se rebeló un poco, puesta ya en la carretera, con la querencia de la cuadra de Sarrió, donde estaba generalmente, anduvo bastante bien. La joven ordenó al criado que la llevara a casa de don Rudesindo, con cuya señora mantenía bastante relación. Allí se refugió, y estuvo hasta que su padre, dos o tres días después del suceso, la llevó a Madrid.
Asaltole frenética ansia de dejar de existir para el siglo, de entregar lo que le restaba de vida al servicio de Dios, entre los cuatro muros de una celda. Al día siguiente, al acercarse a Avila, ordenó al cochero que se llegase al convento de Santo Tomás. Quería hablar de paso con el Prior. Era un mediodía frío y luminoso de fines de octubre.
Palabra del Dia
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