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Actualizado: 7 de julio de 2025
Si es una obra para casar a las muchachas en busca de marido, cuente usted conmigo. Todas nos echamos a reír al instalarnos junto al grupo serio. ¿Está usted tan descontenta de su suerte? preguntó la Fontane con su amabilidad habitual. Murmurar o quejarse dijo sentenciosamente la Roubinet, es oponerse a las leyes universales...
Don Braulio podía pensar lo que se le antojase de Rosita y de su marido; podía denigrar, allá en el fondo de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no podía oponerse, sin pasar por hurón, por celoso y por tirano, a que su mujer siguiese yendo a dicha tertulia.
Los maliciosos, guiñando el ojo al decirlo, sostenían que de los tres enemigos del alma la carne era el más temible, y que Dios había dicho: «crescite et multiplicamini», y que era tontería oponerse a las leyes de la naturaleza.
Los municipales intentaban oponerse a tan peligroso ejercicio; pero la pareja de pobres hombres era impotente ante tales diablillos, y al fin adoptó la sabia determinación de sonreír con tolerancia y retirarse a un portal.
Ya estás oyendo que el señor Conde tiene prisa dijo la señora Bonnivet a su sobrina, disponiéndose a desnudarla de la bata. Judit se ruborizó y le hizo seña de que se encontraba allí Arturo. ¿Qué importa? ¿Por ventura tenemos que guardar etiqueta con el señor Conde? Y sin dar tiempo que la joven pudiera oponerse, su tía le desabrochó el corsé.
El Comendador oía con interés á su sobrina, y no ponía en la conversación ni una exclamación siquiera. Parecía que se había quedado mudo ó que no sabía qué decir. Clara prosiguió Lucía, ahora que cree pecado amar á D. Carlos, y que no halla posible oponerse á la voluntad de su madre, piensa á veces en ser monja; pero ni este deseo se atreve á confiar á su madre.
Además de esto, el año de 82, por disposición real, publicó edictos el Ilustrísimo Señor Obispo de Buenos Aires, llamando a los clérigos que quisieran oponerse a los curatos de los diez y siete pueblos de indios de este obispado, y llama Su Señoría Ilustrísima para cada pueblo a dos individuos para curas, expresando que el sínodo de cada uno son 200 pesos; y añade Su Señoría Ilustrísima que para el pueblo de Yapeyú sólo llaman a uno por estar ya provisto otro clérigo en él.
«Ya veremos decía para sí si me rechaza donde y cuando esté ella segura de que no entrará don Paco a interrumpirnos.» A pesar de su momentánea rivalidad, don Andrés quería de corazón a don Paco, reconocía todo su mérito, apreciaba todos sus servicios y distaba mucho de querer hacerle el menor daño. Lejos de eso, lo que anhelaba era desengañarle en sazón y oponerse a su absurda boda.
Eran más de las siete, y a él le esperaban en su casa. Pero doña Sol púsose de pie con sonriente violencia, como si quisiera oponerse a su marcha. Debía quedarse. Comerían con ella: una invitación de confianza. Aquella noche no esperaba a nadie. El marqués y su familia se habían ido al campo. Estoy solita... Ni una palabra más: yo mando. Se quedarán ustedes a hacer penitencia conmigo.
La acción es indudablemente de carácter épico marcado, y, con arreglo á la índole de estos materiales, prestábanse con dificultad á servir para una composición verdaderamente dramática; pero á pesar de este obstáculo, que se encuentra en las obras de Calderón, correspondientes á esta clase, ¿quién podrá oponerse á renegar del encanto de este mundo romántico y maravilloso, realzado con todas las galas de la poesía y expresado en el lenguaje más florido?
Palabra del Dia
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