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Actualizado: 17 de mayo de 2025
La tertulia literaria, cuando llegó, ardía ya en disputas y bromas. Pronto se dejó vencer por el influjo de aquella ruidosa alegría y se disiparon las sombras que obscurecían su frente. Olvidó su disgusto.
Y entre tanto pláceme y tanta frase congratulatoria, o por olvido o por vergüenza, nadie osaba hacer alusión a la desgracia que la joven había experimentado algunos meses atrás; ni el más mínimo recuerdo para el oso colorado que dormía su sueño eterno en un cementerio de París.
Decididamente, eran de dos épocas distintas. «¡Juventud... juventud! Usted es la España que viene; yo la España... etcétera.» Sí; el mundo iba por otros caminos. El mismo se olvidó á los pocos días de esta empresa de Jerusalén, angustiado por el mal cariz de la guerra en Occidente.
¿No me da usted nada más? le pregunto. Y ella se me queda mirando, extrañada, sonriendo por mi exigencia estupenda, y exclama: ¿Qué más quiere usted? Es verdad; me olvido de que estoy en la Meseta y soy un hombre del litoral; yo no debo, en Torrijos, querer comer más cosas. La digestión no resultará pesada; pero hay que ir al casino a tomar un confortable digestivo.
El Magistral de pies, en el umbral de una puerta, con una colgadura de terciopelo cogida y arrugada por su blanca mano, se inclinaba con gracia, sonreía, y movía la cabeza pequeña y bien torneada diciendo: no con el gesto... con cierta coquetería epicena. ¡Anda, papá! sujétale decía Olvido con voz suplicante, arrastrando las sílabas que parecían salir de la nariz. Imposible.
A su lado, y como huyendo avergonzados de la compañía de los demás, nos muestran la espalda los tránsfugas de la literatura; los que van á buscar en la política, más que el nombre que su natural disposicion les brindaba, un descrédito probable por el pronto, y, á la larga, el anatema ó el olvido.
Para la esposa adúltera, la muerte, el asesinato vengador; para la hija fugitiva, el desprecio, el olvido; ése es vuestro evangelio.
Otro de sus asombros había sido oírse llamar con un nombre que no era el suyo. ¿Quién podía ser aquel Ricardo?... Pero en la hora de dulces y soñolientas explicaciones que siguen a las de locura y olvido, ella le había hablado de la impresión que sintió en Bayreuth al verle por primera vez entre las mil cabezas que llenaban el teatro. ¡Era él... él, como le representaban sus retratos de joven!
Jamás había oído herejías tan enormes.... Dile que lo olvido todo porque le conocí de pequeño, porque recuerdo que fue la gloria de nuestro Seminario, y especialmente porque está enfermo y sería inhumano hacerle salir de la catedral. Pero que no se repita el escándalo. ¡Chitón! Que se guarde todas esas monstruosidades en la cabeza, si es que tiene gusto en perder su alma.
¿De modo que me dejas plantada, así, sin más ni más, olvidando todo lo que he hecho por ti, desde el momento que te recogí como si fueses mi hija? Esté usted segura, señora, de que no olvido un momento ninguna de las singulares bondades que a usted debo desde el momento que tuvo a bien tomarme a su servicio.
Palabra del Dia
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