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Actualizado: 17 de mayo de 2025
De esta suerte discurro yo por momentos, pero no tardo en burlarme de mi discurso y en imaginarle nacido de mi cobardía: del mísero egoísmo, del ruin apego a todo mi ser material, que me hace preferir su pausada decadencia en medio del desdén y del olvido de mis semejantes a su desaparición rápida y completa, que me lance de súbito en otro mundo mejor y perdurable y más amplia vida.
Olvidó todo respeto, echó a rodar toda la prudencia, no previó consecuencia alguna, y, llegándose a Arturo, le dijo, si en voz baja, no tanto que alguno de los otros tertulianos no le pudiese oír: Sábelo para tu gobierno.
El lienzo a los ojos acerca o aleja, mojado por ellos en llanto de fuerza. Por cumplir se viste las tocas más negras, tocas que al domingo en galas se truecan. Memorias pasadas se van como niebla, finezas del día sol es que penetra. Y airoso mancebo que el coso pasea, y tercia la capa y ronda la reja. Las glorias presentes el olvido engendran, fabrican mudanzas las nuevas ternezas.
Estaba reservado á los tiempos modernos el tener que ocuparse seriamente de un sistema, cuya existencia creerán con dificultad los que lean la historia de las aberraciones del espíritu humano. El sistema de Fichte está juzgado por todos los hombres pensadores; y para hacerle caer en el olvido no hay medio mas seguro que exponerlo á los ojos del lector juicioso.
De regreso a Madrid en el coche, llevaba fresca en su mente la imagen de la que ya no era nada. «Esta imagen dijo a su amigo , vivirá en mí algún tiempo; pero se irá borrando, borrando, hasta que enteramente desaparezca. Esta presunción de un olvido posible, aun suponiéndolo lejano, me da más tristeza que lo que acabo de ver... Pero tiene que haber olvido, como tiene que haber muerte.
Eso le demostrará a usted que yo no mentía el día que le aseguré cierta cosa. Le demostrará que no la he olvidado en Madrid. No, Leonora, no olvido. Esta ausencia ha agrandado más mi afecto. Gracias, Rafael dijo la artista con gravedad, como si en ella no fuese ya posible la ironía de otros tiempos. Estoy convencida de ello, y me entristece, pues es inútil.
A los pocos días olvidó por completo este suceso. Llegó una carta a sus manos: era de su hijo, de su Fermín. Estaba en Buenos Aires y le escribía mostrando cierta confianza en su porvenir. Los primeros tiempos eran duros, pero en aquellas tierras, con el trabajo y la constancia, era casi seguro el triunfo, y él abrigaba la certeza de que marcharía adelante.
No digo yo eso... pero don Juan es caballero del hábito de Santiago desde que nació por merced del señor don Felipe II. ¡Ah! dijo el duque con asombro ; sin embargo, no hubiera estado de más que don Juan hubiera sabido que tenía en mí un amigo. Perdonad mi olvido, señor; ¡pero me sucedían cosas tan terribles!...
Está muy afligida, porque dice que le sucederá lo que al otro: olvidó el español y no aprendió el francés. Salimos á las nueve de la mañana. Mi mujer y yo nos vemos asaltados por esa melancolía indefinible, que no puede menos de experimentarse cuando se llega á una ciudad tan populosa.
Don Francisco Páez y su hija suplicaron a don Fermín que comiera con ellos; no tenían a nadie, sería una comida de familia... los tres solos. ¡Los tres solos! decía Olvido dejando de ser sorbete por un momento.
Palabra del Dia
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