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Actualizado: 8 de julio de 2025
Don Silvestre era llanote y sencillo; oyó estas palabras con los oídos del corazón, y todas las proposiciones del personaje fueron aceptadas, menos la de sentarse á la mesa á distintas horas que él, pues de esta suerte hubiera creído ofender la generosidad y delicadeza de su amigo.
Pablo, sin hacer caso de la interrupción, prosiguió: Después con Teresa y Encarnación, Elvira y Generosa. De Cecilia no, porque está comprometida, y algo diría también de mi señora doña Paula, que, sin ofender a nadie, es la más hermosa de todas. ¡Qué pillastre! exclamó ésta admirada del donaire de su hijo. Pablo se había levantado de la butaca, y abrazó a su madre con efusión.
Hasta tal punto es así, que por ningún hombre de este mundo te cambiaría si hubiese de quedar en él, y me juzgaría muy dichosa llamándome tu esposa, si no me juzgase mucho más siéndolo de Cristo. La preferencia que establezco no puede ofender ni aun disgustar a un joven tan bueno y tan piadoso como tú.
Pálido y turbado, Fernando fijó en la enferma una mirada suplicante, oprimido como estaba por un tiránico amor a quien no quería ofender. Se disponía a marchar con su secreto, cuando este misterio fatal e impenetrable fue descifrado y descubierto, contrariando a Isabel, de la manera más natural.
Como una nueva oleada de sangre subió entonces á la cara del Comendador, enrojeciéndola toda. Reportándose luego, dijo de la manera más natural á su parlera sobrina: ¿Con que esta señorita, además de ser tan guapa, es muy rica? Para estos lugares lo es. ¿No es verdad, tío, que es muy extraño que la quieran casar con don Casimiro? ¡Si viera V. qué viejo y qué feo está! Vamos, es ofender á Dios.
Y no contento Villamediana con el material ultraje, volvió á ofender á la dama hiriéndola en el alma y pisoteando su honra en un romance que hizo circular, y donde la acusa de que el caudal de él no bastó á saciar la codicia de ella, y donde, aludiendo al glorioso Hernán Cortés, de quien procedía el título de la Marquesa, dice á ésta jugando del vocablo: De la herencia de Cortés, Que en herencia te cabia, Heredas ser cortesana, Repudias la cortesia.
Sospecho que mamá se consuela con el general. No la condeno. Sea en buen hora. Es libre: bien puede hacer lo que le agrade sin ofender a Dios. Lo que a mí me ofende es la falta de confianza en mí; que mamá me engañe sin necesidad.
Di ajumao, que es más bonito y atenúa un poco la gravedad de la falta. Pues como estabas ajumaíto, no eras responsable de lo que decías. Pero qué, ¿se me escapó alguna palabra que te pudiera ofender? No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito.
»No puedo, como ministro del Señor, revelar las palabras de un moribundo, ni el secreto de la confesión; ¡pero le aseguro, y esta palabra debe bastarle, que creería ofender al Cielo si bendijese el matrimonio de ustedes! »Teobaldo salió, dejándonos consternados.
Ahora yo suplico a vuecencia que me deje y no me persiga, y que no me ofenda proponiéndome lo que no puede ser. Y si vuecencia no se retrae de seguirme por mí respeto, porque yo se lo suplico con humildad, retráigase por el temor de ofender a personas que le son queridas. Yo no temo que esas personas se ofendan. Pues yo sí lo temo.
Palabra del Dia
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