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Actualizado: 2 de julio de 2025


A pesar de su silencio, lleno de principesca dignidad, el odioso enano se explayó: Tu mala costumbre, Cristela, consiste en no contentarte con mirar el rostro de la gente, y mirarles también el alma. ¡Nunca mayor imprudencia! El rostro es, generalmente, la máscara del alma. Los rostros suelen ser agradables o interesantes; las almas son casi todas desagradables y vulgares.

Otros comediantes «cantan»; éstos son peores: son los esclavos del «latiguillo» odioso, los siervos del ritmo, en quienes la costumbre de «oírse» mata el hechizo avasallante de la emoción.

Si así no fuese, no me habría tratado de tal modo. ¡Ofrecerme dinero por mediación de ese odioso Le Bris! ¡Y en qué términos, grandes dioses! Si me ve con los mismos ojos que su embajador, si he perdido ya su aprecio, ¿qué será de ? No volverá ya. Viudo o no, está perdido para . Entonces, ¿a qué conduciría?... ¿por pura venganza? Pues bien, sea, ¡me vengaré! Pero esperemos.

¡Mordiscos también!, ¿eh? exclamó, fustigando al odioso Muslim . ¡Ojalá le hubiese rajado! En aquel momento divisamos los toros. Se apresuró a prometerme todo lo que le pedía. Quedé con la sospecha, casi la certeza, de que no supo, al cabo, lo que era, y, lo que es más doloroso, no le importaba. Allá, en medio de un extenso campo de un verde amarillento, había un grupo de reses.

Una infamia, una alevosía, un crimen sin ejemplo exclamé no pudiendo contener la cólera que me dominaba. ¿Qué te parece la Inesita?... Buena pieza en verdad... Ese inglés de los demonios, ese monstruo que nos ha enviado aquí la Gran Bretaña es el ser más odioso, más abominable que existe en la tierra.

¡Dios mío! qué odioso es esto replicó. ¡Qué cobarde, , lo repito, qué cobarde! La verdad empezaba á manifestarse á mi espíritu. Descendí uno de los escalones. ¿Qué es lo que hay, pues? le dije fríamente. Es usted respondió con una brusca vehemencia quien ha pagado á ese hombre, á ese niño, ó lo que sea, para que nos aprisione en esta miserable torre.

Compró dos o tres vestidos magníficos a la duquesa, que carecía de la ropa interior más necesaria. Lo que empleaba cada día en sus gastos personales era un secreto entre su cajón y él. No creáis, sin embargo, que tenía el egoísmo odioso de ciertos maridos que tiran el dinero a manos llenas y quieren conocer al céntimo los desembolsos de su esposa.

No quiero que él la vea. Escúcheme atentamente, señora. Estoy aún muy débil, pero encontraré las fuerzas de las leonas para defender mi felicidad. No es que yo dude de él: es bueno, me quiere como a una hermana y no tardará en quererme como a esposa. Pero no quiero que su corazón se desgarre entre lo pasado y lo porvenir. Sería odioso obligarle a elegir entre nosotras.

Podia con ejemplos bien claros confirmar cuanto se ha dicho hasta ahora, si bien de la esperiencia y voz pública está bastante confirmado; pero por no hacerme tan odioso descendiendo á particulares, pasaré adelante concluyendo, que la razon por qué estos padres suelen llamar su religion una gran monarquía, es por ventura porque entienden y creen que gobiernan á su voluntad los príncipes y ministros, y no ha mucho que hablando en público uno de los mas graves de estos padres en nombre de su religion á un Serenisimo, comenzó con estas palabras llenas de arrogancia, y fundadas sin duda en una estimacion de su monarquía: Nuestra Compañía tuvo siempre buena correspondencia con vuestra Serenidad.

Lo mismo era ver á Regalado con el odioso instrumento en la mano que un vértigo de cólera se apoderaba de su cabeza, ladraba hasta reventar y en poco estaba que no se arrojase sobre él.

Palabra del Dia

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