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Perdone usted dijo Caffarelli, interrumpiendo; perdone, señor, si tomo por mi cuenta la defensa de su padre, que siendo un gran músico, es apasionado por el arte que tan admirablemente profesa; y adorando como adora a su hijo, no existiendo como no existe sino para él, si ha sido odioso y cruel, fue por exceso de amor paternal, creyendo labrar no su fortuna, sino la de su hijo.

Amaba en secreto a uno de los domésticos de Montbreuse, un hombre vil, innoble, odioso, en el cual yo nunca me había fijado. ¿No es sorprendente que esto me haya pasado inadvertido, a , cuyo corazón se alarma tan fácilmente? ¿Me hubiera hecho traición si yo la hubiese amado con menos confianza, con menos abandono?

Tal es la fecundidad de la tierra, que produce para la incesante batalla de la vida poblaciones de devoradores y de víctimas que combaten en la obscuridad á más de mil metros sobre el límite de las nieves perpetuas. Esa terrible lucha por la existencia, cuyo odioso espectáculo me había echado de las llanuras, se encuentra también arriba, en las capas de tierra helada.

Cuando ese lance se ha repetido tres ó cuatro ó mas ocasiones, el espectáculo es tan odioso como inmundo.

No veo la causa de que tu marido te sea tan odioso. Podrá no ser simpático; pero no es mala persona. Podrá no ser un Adonis; pero tampoco es el coco. Mujeres hay casadas con hombres infinitamente peores, y viven con ellos; allá tendrán sus encontronazos; pero se arreglan y viven... no seas tonta, que no sabes la ganga que es tener un hombre y una chapa decorosa en el casillero de la sociedad.

El pueblo cuyas leyes, bajo apariencia distinta, nos rigen hoy, era realmente feroz y duro, pero no tan malo como pudiera hacerlo creer el símbolo, que eligió. Para el que gusta de la montaña, es muy grato saber que el lobo, sér odioso, es animal de las grandes llanuras.

El lunes, la derrota y la burla que le hacían odioso el recuerdo de Mrs. Power. Al otro día, Mina, la melancólica, que había prolongado su dulce encantamiento hasta la tarde del día presente.

¡Era demasiado para don Mariano!... ¡Con qué gusto se cambiaría por aquel afortunado capitán Pérez!... ¡Y pensar que tan odioso militarejo pudiese llegar de un momento a otro a destruir el pequeño e inocente placer de su amistad con la deliciosa criatura, como un asno que arranca con los dientes, al pasar por un jardín, una florida mata de claveles!

Como no la encontraba muy de su gusto, quería desligarse de su compromiso, y para no hacer un papel odioso, se ha arreglado de manera que la ruptura la iniciásemos nosotros. No está mal imaginado. ¿No piensas lo mismo, María Teresa?

¡Cuán ajeno estaba el poeta de que la estrella de sus sueños le hacía descender de un modo tan odioso en la escala zoológica!