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Actualizado: 1 de junio de 2025
Tras el contramaestre aparecieron corriendo muchos marineros, anunciando que el agua inundaba el interior del barco y que los caballos estaban en inmediato peligro. Obedeciendo las órdenes enérgicas de Golvín, afianzaron velas sobre el boquete abierto en el costado, operación dificilísima en aquellas circunstancias y que una vez terminada impidió, aunque no totalmente, la entrada del agua.
La Alhambra no es la obra de un pueblo artista, como eran las iglesias góticas de la misma época, sino la obra automática del obrero-esclavo, obedeciendo á un mandato concebido por un amo, á quien dominara el instinto del deleite, el hábito de la autoridad suspicaz, vengativa y sensual.
Con el viento y la bulla que el pavo metía apenas se sentían las chillonas voces provocativas. El Majito, cansado de parlamentar sin fruto ni resultado alguno, lanzó una piedra en medio de la turba de comerciantes. Al voltear, haciendo honda de su elástico brazo, parecía un gallito de veleta, obedeciendo más al viento que al coraje.
Y obedeciendo a una fuerza superior que nacía no se sabe en qué parte de su turbado ser, el tembloroso anciano marchó hacia la puerta. ¿Iba en busca de la milagrosa copita?... De pronto se detuvo, diose una manotada en la frente, se echó a reír, y mirando a Isidora con gozo, dijo: «¡Maldita memoria mía! Ya no me acordaba... ¿De qué? Tranquilízate, José.
Quien se ha mudado es él; sus sentimientos son otros, su corazon lleno de amargura derrama la hiel sobre el entendimiento, y este, obedeciendo á las inspiraciones del dolor y de la desesperacion, se venga del mundo pintándole con los colores mas horribles.
Y tanto llegó a dominarla el imperioso amante, tal embriaguez produjo en su naturaleza sensual aquel primer amor, que obedeciendo a Salvatti, se fugó con él al terminar la temporada, abandonando a su padre. Este era el hecho más terrible de su vida. Ella, tan valerosa con el pasado, que no se arrepentía de nada, parpadeaba conteniendo las lágrimas al recordar tal locura.
El coronel, obedeciendo sus insinuaciones, había hecho inútilmente varias visitas á la duquesa. ¡Qué dolor tan inexplicable! decía don Marcos . No se comprende tanta desesperación por un joven aviador que no era mas que su protegido. A no ser que... Pero su respeto no le permitía insistir en esta sospecha irreverente. Con Atilio tampoco podía hablar.
El Rey aparece mientras hablan el padre y la hija, atraído por los gritos de socorro de Blanca, y cierra todas las puertas, y en seguida se oye llamar al Condestable desde fuera, por haber sabido que alguien ha entrado en su casa. Todos se quedan consternados, y el Rey se esconde obedeciendo á Roberto, que se lo suplica con el mayor encarecimiento.
Y ella, obedeciendo a aquella extraña indicación y notando también la súplica que se veía en el rostro del veterano, rogó al General y su séquito que esperasen allí; dijo Sarto a la muchacha que se apartase a distancia, y él y Flavia se dirigieron a pie hacia donde estábamos. Cuando los vi acercarse, me senté, agobiado, en el suelo y oculté la cara entre las manos. No podía mirarla.
Vaciló todavía el señor Gabriel Cornejo, pero una mirada decisiva y un ademán enérgico de Montiño, le decidieron; se despidió hipócritamente deshaciéndose en disculpas, y cuando ya estaba cerca de la puerta, el cocinero del rey, como obedeciendo á una idea súbita, le dijo: Esperad. Cornejo se volvió lleno de esperanza. ¿Vais á ver á la señora María?
Palabra del Dia
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