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Actualizado: 1 de junio de 2025


Ni Mauricio ni Herminia podían ser rigorosos con él: uno y otro iban á saltar de alegría á las primeras insinuaciones de Fortunato; él obedeciendo á su antiguo cariño y ella seducida por la novedad del personaje, serían conquistados sin remedio.

Y Edwin Gillespie, como si temiera quedarse solo, obedeciendo á una voluntad superior y misteriosa que le empujaba con fuerza irresistible, imitó á Ra-Ra, lanzándose también de cabeza en el mar. Donde el Hombre-Montaña deja de ser gigante y da por terminado su viaje Se vió envuelto en pegajosa obscuridad. Una fuerza voraz tiraba de él, absorbiéndole.

Del torbellino de polvo que levanta éste al caer, vese salir al jinete corriendo, seguido del caballo, a quien el impulso de la carrera interrumpida hace avanzar obedeciendo a las leyes de la física. En este pasatiempo se juega la vida y a veces se pierde.

Aquel mismo embrión de conciencia que en el fondo de su ser, donde todos tenemos escrita desde ab initio gran parte del Decálogo, le gritaba: «no hurtarás», le dijo con no menor energía: «tienes derecho a reclamar lo que te ofrecieron». Y, obedeciendo a la impulsión, la criatura echó a correr en la misma dirección que su abuelo.

A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar, pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle, con lo cual quedaba tranquilo y obediente.

Dinero al contado; los caballos no eran de él según afirmaba con la mano puesta en el pecho y sus dueños querían cobrarlos en seguida. Lo único que podía hacer, obedeciendo a su gran corazón, débil ante la miseria, era buscar dinero para la compra, pidiéndolo a cualquier amigo.

Febrer le dejó cantando la misa mientras terminaba su carenaje. En la torre encontró la cesta de su comida sobre la mesa. El Capellanet la había dejado sin esperar, obedeciendo sin duda a algún llamamiento urgente de su padre malhumorado. Después de comer volvió Jaime a contemplar los dos agujeros que los proyectiles habían abierto en el muro.

La presencia de esa superficie rizada, obedeciendo al impulso de mi mano, despierta en una especie de tranquila alegría mezclada con no qué de melancolía. Las pequeñas ondulaciones que yo provoco en la superficie del agua se propagan á lo lejos de ola en ola á grandes distancias.

El hombre que se la dirigía estaba tal vez en el momento más crítico de su existencia. Hasta creyó ver en sus ojos una reconvención. «¿Por qué te intereso, si nada puedes hacer por ?...» No se atrevió á pasar otra vez ante la puerta. Pero obedeciendo á una fuerza obscura más potente que su voluntad, se mantuvo cerca de ella, aparentando distracción y aguzando el oído.

Con el mismo que tuvo don Juan para burlarse de él, haciéndole juguete de una chicuela y, lo que era peor, estorbando que la conquistase. La dificultad estaba en abrir la carta sin que luego se conociera. Tras largas cavilaciones, obedeciendo a una idea que le pareció tan original como atrevida y segura, sin pararse en peligros, rasgó el sobre y leyó.

Palabra del Dia

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