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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Mire usted dijo Paco al oído de la señora que tenía á su lado con qué energía defiende D.ª Feliciana los perros chicos de su yerno. D.ª Feliciana comprendió por el movimiento de los labios del jugador y por la sonrisa de su compañera que había servido de tema á una burla, y no dijo otra palabra. El juego continuó y volvió á escucharse el cántico de los números en medio de religioso silencio.
Yo escribo tal cual; pero en los números me atasco, porque los ochos se me enredan en los dedos, y cuando sumo no me acuerdo nunca de lo que se lleva. Ese libro dijo Benina, que al punto vislumbró un negocio , me lo dio un pariente de mi señora, para que lleváramos por apuntación el gasto; pero no sabemos.
Una voz siniestra cantaba los números, y a cada cifra, que repercutía lúgubremente bajo las bóvedas, se desprendía una sombra de la mesa, abandonando sobre la bandeja el bolsillo. Luego volvían con otro y más tarde con otro, y el oro se amontonaba de manera tal, que tocaba al techo en soberbia columna de tentadores chispazos. Y los dados seguían bailando y cantando la voz siniestra.
No tardó en llegar á la otra casa, donde le aguardaban con tanta ansiedad. Era en la calle de la Luna, edificio de buena apariencia, que albergaba en el principal á un aristócrata; más arriba familias modestas, y en el techo un enjambre de pobres. Torquemada recorrió el pasillo obscuro buscando una puerta. Los números de éstas eran inútiles, porque no se veían.
MÁXIMO. Pues di que los primeros poetas del mundo, Homero y Virgilio, Dante, Lope, Calderón, no escribieron jamás una estrofa tan inspirada y poética como lo es esa para mí, esos pobres números... Verdad que la armonía, el encanto poético no están en ellos: están en... Vete... Puedes irte a comer... Déjame, déjanos.
El jefe político no quiso conformarse con los inescrutables fallos de Dios, y montando en cólera hizo llamar inmediatamente al teniente de la guardia civil y le envió a vengar con ocho números a los infortunados
Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus numeros llamados páginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores ó crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos ó novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.
Por un pórtico grandioso se entra, entre sacos de trigo y muestras de mineral, al palacio de hierro de Chile: allí la madera fuerte de los bosques del indio araucano, los vinos topacios y rojos, las barras de plata y oro mate, las artes todas de un pueblo que no se quiere quedar atrás, la sal y el arbusto colorado del desierto: al fondo hay como un jardín: las paredes están llenas de cuadros de números.
Traía a la niña diariamente alguna baratija, para ella desconocida hasta entonces, ya un cromo, ya una fotografía, ya lindas flores, ya números de periódicos ilustrados, ya novelas de Fernán Caballero o de Alarcón; y las graciosas chucherías que por las puertas de la anticuada casa se entraban, como partículas de la vida moderna, eran otras tantas bocas encomiadoras del dadivoso.
No del todo. Veamos; ¿tiene V. algo que oponer á ese cálculo? Es cuestion de números; aquí no hay mas. Ya se ve; lo que es en el papel sale bien; la dificultad que yo tengo es que en la práctica suceda lo mismo. Cuenta V. con muchas partidas, de que no estoy bien seguro; estoy tan escarmentado.... ¿Pero duda V. de los datos que se nos han proporcionado? ¿Qué interes habrá habido en engañarnos?
Palabra del Dia
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