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Los estudiantes, no, esos no estaban por las calles, aunque en los balcones tenían a sus hermanas y a sus novias: los estudiantes estaban en la procesión, vestidos de negro, y entre admirados y envidiosos de los muertos a quienes iban a visitar, porque estos, al fin, ya habían muerto en defensa de su patria, pero ellos todavía no: y saludaban a sus hermanas y novias en los balcones, como si se despidieran de ellas.

Pero, hombre, ¿cuándo se dará esa batalla, cuándo volveremos a Córdoba, para enseñarle yo a mi señorita cómo se portan los caballeros de ideas modernas, que han recibido un desaire de las novias de Jesucristo? Pero diga usted, Santorcaz: si perdemos la batalla, si nos matan... Todavía no se ha hecho la bala que ha de matarme a . Y usted, ¿qué presentimientos tiene?

Así llegaron las dos a dar por hecho que no habría tenido yo menos de cincuenta novias, ni bajarían de tres las que quedaban en Madrid llorando mis ausencias y tal vez mis ingratitudes.

Esta juventud, con la cabeza descubierta, la cabellera partida en dos crenchas negras, abultadas, lustrosas, impermeables, que ningún huracán podía alterar ni conmover, y el menudo pie encerrado en botines de charol de alto empeine y vistosa caña, siempre que salía del fumadero volvía los ojos con cierto temor hacia el «rincón de los pingüinos». Allí estaban sus madres y parientas y las respetables amigas de sus familias; pero antes la fuga que dejarse atrapar por una cariñosa llamada y sufrir media hora de conversación en tan noble compañía. «¡Viejas pesadas! ¡Señoras macaneadoras!...» Y esperaban a que pasasen las primas o las futuras novias para unirse a ellas y atraerlas dulcemente hacia la popa o la banda de estribor, donde reían y saltaban como escolares en libertad.

¡Ole por el padrino! gritaron los compadres con entusiasmo. Y entre el furioso palmoteo de todos la novia y el padrino chasquearon los palillos y empezaron á moverse acompasadamente uno frente á otro. La cantaora, con voz penetrante, cantó: «Á la señora novia sacadla á bailar, para que se despida de su mocedad.» ¡Bueno va! ¡Oblíguela usted, padrino! ¡Vivan las novias saladas!

Sin embargo, veíanse algunos con dominó, que les servía para acercarse y hablar a sus novias, sin peligro de ser interrumpidos por las mamás. Un grupo de jóvenes afiliados al Camarote, que venían de este modo, habían tenido la feliz ocurrencia de disfrazar a don Jaime Marín de maragato.

Dalagas del terruño: el poeta os saluda coronado de flores, de ensueño y de arrebol y por los dioses lares y por el mismo Budha os ofrenda estas rosas, novias todas del sol. Por las manos que tienen mansedumbre de tules, por las sampagas niveas del malayo vergel, por las místicas garzas de los lagos azules coloco en vuestras frentes esta hoja de laurel.

En torno de una ancha y larga mesa los alumnos del Ateneo escriben, hacen sus composiciones, resuelven sus problemas al lado de otros que escriben á sus novias en rosados papeles calados, llenos de dibujos; uno compone un melodrama al lado del que aprende la flauta y los consonantes nacen silbados desde un principio.

No, Ricardo, yo no puedo considerarla con tu criterio, esto es todo; creo que es una mujer, y nada más; y así, la juzgo como a todas... igualita a todas: las novias, o las solteras en un grupo: buenas, amables, sencillas, modestas, etcétera... preparándose a formar el otro grupo, ¡el antitético!

Después que bajó el telón permanecimos en el mismo sitio y me obligó a contarle mi vida y milagros, cuántas novias había tenido, a quién había querido más, etc., etc. Ya comprenderá usted que necesité ensartar un sin fin de patrañas. Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente que todos los hombres eran ingratos.