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Actualizado: 29 de junio de 2025


Para quien tu honor ofende Es sólo aquese instrumento. Don Gutierre viene también al palacio para pagar con su cabeza el delito cometido; pero las súplicas de Juan y de Beatriz dulcifican al cabo la cólera del Rey. Gutierre se casa con Beatriz, Don Alfonso la dota espléndidamente y hace caballero á Juan, modelo de lealtad y de nobleza.

La sociedad de la Gorgheggi las enorgullecía, como a la Valcárcel, y el respeto con que todos las trataban en el escenario y en el cuarto de la cantante, también las halagaba mucho. Serafina estaba en sus glorias, viéndose admirada y considerada por aquellas jóvenes de la aristocracia, cuyos finos modales y hasta el luto que vestían daban dignidad y nobleza a su tertulia de los entreactos.

Le llenaba de orgullo la nobleza y el carácter caballeresco de la juventud del fundador, pensando en las otras Ordenes, que no tenían entre sus iniciadores más que eremitas miserables, santos piojosos, salidos de las últimas capas sociales.

Una parte la había oído ya Robledo en París: cómo se encontraron él y ella en Londres, la nobleza de su familia allá en Rusia, la alta posición de su marido en la corte de los zares. Pero ahora el tono del narrador era otro, y Torrebianca parecía dudar de aquel pasado que siempre había admitido de buena fe, exhibiéndolo con orgullo.

No se le caían de la mente aquellos diálogos ingeniosos donde la respuesta, siempre oportuna, parecía meditada con espacio y no fruto de la improvisación, ni los rasgos delicados donde se mostraba de golpe y en cualquier menudencia la elevación y nobleza de un alma, ni la galantería voluptuosa y discreta, ni el estilo insinuante y perfumado que caracterizan á tales obras.

Se aproximó y se estremeció de horror. Un cadáver casi desnudo, pálido, destrozado, cubierto de musgo y de fango, los miembros crispados, los cabellos ralos y sangrientos, y a través del desorden de aquellas facciones deshechas y mancilladas, un aspecto lleno aún de nobleza y de dulzura; así fue como Carlos Munster se ofreció a su vista.

Bien ajeno estaría él de que el título de nobleza por cuya carta de sucesión había pagado religiosamente su impuesto de lanzas y medias anatas, lo disfrutaba gratis un pariente suyo, en un rincón de Galicia.

; , señor. Gracias, señora, gracias. Ahora decidme: ¿cuál es la situación horrible en que os encontráis? Hablad, que aunque yo no sea el rey, tengo poder bastante para salvaros. Juradme por vuestra alma que me salvaréis y que no desconfiaréis de . Os lo juro. Voy á ser muy franca con vos. Os lo agradeceré. Yo, señor, no soy noble. Tenéis la nobleza de la hermosura.

Binterim, Denkwürdigkeitten der katholischen Kirche, Bd. IV, Th. 3. Sánchez, l. c. Rodríguez de Castro, Biblioteca Española, tomo II, pág. 632, a. Rodríguez de Castro, Biblioteca Española, tomo II, págs. 631 y siguientes. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía; Sevilla, 1588, folios 151 y siguientes. Ortíz de Zúñiga, Anales de Sevilla; Madrid, 1795, tomo I, págs. 94 y 301 y siguientes.

En vez de pedir merienda la cogía del aparador: espíritu de conquista, decía el general. Agradábale sobre manera ir limpio, bien vestido y majo: gustos aristocráticos, pensaba el buen señor. Una vez en la calle, viendo reñir a dos muchachos, y caer debajo al más débil, se arrojó a su defensa: clara muestra de comprender la misión de su nobleza.

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