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Actualizado: 20 de junio de 2025
¡Si Leto hubiera podido ver entonces la cara de Nieves!... En cambio oyó que ésta le decía: Es usted muy mal juez en causa propia, está visto. ¿Quiere usted dejar ese caso de mi cuenta? ¿Quiere usted que quede a mi arbitrio el descubrir o no descubrir a papá el misterio que con tantos afanes anda buscando el pobre?
No me mareo precisamente la dijo , y hasta creo que pescar es cosa divertida, y que dentro de la bahía no hay peligro ninguno en el balandro; pero no me siento bien allí, ni... vamos, ni con toda la tranquilidad que se necesita para que el placer resulte... ¡Ay, papá! exclamó Nieves con la más honda pena . ¡Y a mí que me gusta tanto!
Hasta al mismo Cornias se le antoja que parece otro cuando va Nieves dentro de él. ¡Carape, cómo se gallardea entonces, y con qué gracia escora y hace hablar al aparejo, y se desliza y gatea! En fin, una pura monada.
De nuevo los abandonó el sol, y otra vez los copos de nieve de un cielo plomizo, cubrieron el congelado suelo. Poco a poco les fue estrechando cada vez más el círculo de nieves, hasta que los muros deslumbrantes de blancura se levantaron a veinte pies por encima de la cabaña. El fuego fue cada vez más difícil de alimentar; los árboles caídos a su alcance, estaban sepultados ya por la nieve.
»Sin embargo, la considerable altura á que éste se encontraba, en la ladera misma de la sierra, y los augurios de algunas personas del inmediato pueblo de Quacos, hicieron pronto temer á los ermitaños que les fuera imposible habitar la Ermita del Salvador en la estación de las nieves y las aguas.
Hánse descubierto con este viage y registro varias falsedades que tienen los derroteros de algunos viageros extrangeros, porque en cuanto á los rios que ellos señalan, se ha visto ahora que son imaginarios, y que á lo mas solo debe de correr agua por ellos en tiempo de lluvias y nieves: con que queda claro, que desde el rio del Sauce, que es el que otros llaman el Desaguadero, no hay ningun otro rio hasta el estrecho de Magallanes.
Irguiose entonces el valiente mozo, y le respondió, oprimiéndole una mano con las dos suyas: ¡Ay, señor don Claudio! si después de salvarse Nieves me hubiera quedado yo en el fondo, de la mar, ¡qué fortuna para ellos y para mí!
Por lo cual había renunciado Manrique Vélez, a casarse con Nieves Bermúdez. Mar afuera Le digo a usted, ¡carape! que éste es un problema que marea. Vengan aquí todos los sabihondos de la tierra, y pruébenme que cabe dentro del sentido común el que un hombre con barbas se pase media noche en claro, por el disgusto de no haber subido a Peleches en cuarenta y ocho horas. ¡Qué han de probar?
La causa verdadera y fundamental de todo respondió éste , ha sido el artículo que le habrá chocado a usted, por lo desfachatadamente impío, que va a la cabeza del periódico que tiene usted en la mano. No he leído de todo él respondió don Alejandro , más que la noticia ésta, que nos ha dado qué hablar y qué pensar a Nieves y a mí para toda la mañana.
Cuando le tocó el turno a Leto, don Alejandro le dio un fortísimo apretón de manos, y Nieves, mirándole con gran interés, le aseguró que tenía grandísimo gusto en conocerle. Leto, con la lengua trabada y las mejillas ardiendo, pensó que le daba algo. Hemos estado en la botica le dijo Bermúdez , donde he tenido el placer de abrazar a mi buen amigo don Adrián, y nos ha hablado largamente de usted.
Palabra del Dia
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