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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Esto es lo que deseaba averiguar don Alejandro; porque es de saberse que Nieves, de dos años atrás, no leía a su padre las cartas que la escribía su primo, ni tampoco los borradores de las que ella le escribía a él. Los dos hermanos Bermúdez Peleches continuaban en perfecto acuerdo sobre cierto plan forjado desde que los respectivos hijos eran pequeñuelos.
Eso creo yo también; pero ¿y ciertas gentes? ¿pensarán lo mismo? ¿Se fía usted de mí, Nieves? Como de mi padre: se lo juro a usted. Pues entonces, ¿qué le importa a usted el juicio de esas ciertas gentes? Haga usted su gusto y ríase de ellas. ¿Lo cree usted, Leto? De todo corazón. Pues no se hable más de esto.. Y dígame usted. ¿está el día a propósito para salir a la mar?
Amargos y muy amargos le parecieron también a Leto aquellos recuerdos que él quería borrar de su memoria, y por ello pidió a Nieves, hasta por caridad, que hablara de cosas más risueñas.
Mire usted, señor don Claudio: yo quiero dar por hecho que don Alejandro Bermúdez, al enterarse de todo, no solamente me disculpa y me perdona, sino que me sienta a su mesa; que, Nieves se queda tan satisfecha y tranquila como si nada la hubiera ocurrido, y que a mí no me duelen pizca los comentarios irrespetuosos y las fábulas y las zumbas de las gentes... ¿quiere usted más?
La cabeza y el corazón de Nieves, hoy por hoy... hoy por hoy, digo, están como dos tablitas de cera virgen: lo que en ellas se imprima, allí se quedará por los siglos de los siglos, si no se borra con la impresión de otro muñequito nuevo que estampe alguna mano alevosa.
Y no he olvidado el compromiso respondió Nieves , ni estoy dispuesta a perdonársele a usted. En hora buena dijo don Claudio Fuertes; y luego añadió volviéndose al hijo del boticario : ¿lo ha oído usted, Leto? Sí que lo he oído respondió Leto . Pero ¿por qué es la pregunta? Porque con usted va el cuento. ¡Conmigo?...
¿Sobre Peleches también? preguntó Nieves frunciendo un poco el entrecejo monísimo. Precisamente sobre Peleches, tomado como punto principal de la plática, no. Y ¿ha de ser ahora mismo la plática esa?
Aquí volvió Nieves a pinchar el bordado con la tijera, y además se puso a balancear con la otra mano el bastidor que tenía sobre las rodillas. Su padre entonces, lleno ya de alarmante curiosidad, arrimó una silla a la de su hija y se sentó pidiendo, casi por el amor de Dios, una respuesta.
Esto acabó de afirmar mis raíces en la tierra de mi pobre mujer, raíces no muy agarradas ya desde que mis hijos, hoy oficiales del ejército, se habían ido al colegio militar y yo me veía solo y desocupado. Pero a todo se hace uno, Nieves, en esta breve y espinosa vida. Yo me fui haciendo a mi soledad, y hasta he llegado a encontrarla relativamente placentera.
Ayer, sí... ¡Cuando yo te lo aseguro! Don Alejandro concluyó por encogerse de hombros. En fin... ¡si tú lo aseguras!... Y no se atrevió a decir más. En la mesa tampoco fue Nieves, en opinión de su padre, la de todos los días. Comió muy poco y se distraía a cada paso. Don Alejandro no la quitaba ojo.
Palabra del Dia
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