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Excelentísimo señor: La generosa condición de V.E., patria general de los ingenios, donde todos hallan seguro asilo, ha solicitado mi desconfianza para rescatar del olvido de una naveta , en que estaba entre otros borradores míos, este volumen que llamo El Diablo Cojuelo, escrito con particular capricho, porque al amparo de tan gran Mecenas salga menos cobarde a dar noticia de las ignorancias del dueño.

«Los papeles eran sus compañeros y entretenimiento ordinario: íbalos recogiendo para dar una parte de los negocios grandes que habían pasado por sus manos y por las de su padre... . Se empleaba en revolver sus historias y borradores... ¡qué bocados le traía al oído la soledad! .»

Sin desalentarse, trabajó, trabajó, trabajó... Y, después de veintiún días de esfuerzo y de gastar treinta y cinco bloques de papel en borradores, tenía su cuento-poema concluido, muy concluido, y tan concluido, que ya no se le podía cambiar ni media coma. Llegó a del Laurel y a Aristarco, siempre reunidos en casa del primero, la interesante y breve composición.

Esta carta no era fácil de escribir; en consecuencia, Judit empleó en ella todo un día: la empezó muchas veces e hizo, lo menos, veinte borradores.

Se le acusó de infidencia, sin mas fundamento que el haber sabido que el esclavo de un platero, ocupado en sacar en limpio los borradores del piloto, los habia mostrado á D. José Custodio y Farias, brigadier portugues, que solicitaba entrar al servicio de España.

Esto es lo que deseaba averiguar don Alejandro; porque es de saberse que Nieves, de dos años atrás, no leía a su padre las cartas que la escribía su primo, ni tampoco los borradores de las que ella le escribía a él. Los dos hermanos Bermúdez Peleches continuaban en perfecto acuerdo sobre cierto plan forjado desde que los respectivos hijos eran pequeñuelos.

Pero trazar una epístola amorosa de la que dependía el juicio que yo iba a merecer a mi vecina y, por lo tanto, la mayor o menor rapidez con que yo debía captarme su voluntad, no era empresa muy fácil que digamos. Además, era la primera vez que yo me metía en tales aventuras. Así, me pasé hasta la madrugada trazando una serie de borradores que al releerlos luego me parecieron detestables.

Según yo iba leyendo los borradores del Aligator, no pude menos de recordar al excelente don Amaranto de Fraile. ¡Qué unidos y qué opuestos los dos personajes! Estaban en la relación de los dos polos de un eje. Uno era el autodidacto; otro, el dogmático. Los dos estaban aquejados de libido sciendi, concupiscencia de saber, lujuria científica.

Todas se referían a los estudios de la nihilista, había muchas escritas sobre las cuestiones sociales más discutidas, borradores de artículos destinados a la revista americana The Rebel, y a otras hojas españolas y holandesas de las cuales la autora era corresponsal.