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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Pasando un día entre la Catedral y el Alcázar se me acercó una vieja y desarrapada gitana y se empeñó tan obstinadamente en decirme la buenaventura que no supe negarme a su ruego y le entregué mi mano para que la examinase. La vieja gitana me dijo: En buena hora naciste, gallardo y gentil caballero, si la ambición satisfecha basta para hacerte dichoso.
En este angustioso y solemne instante no has querido ennegrecer aún más mi situación, con la vergüenza y el oprobio. Tú naciste para algo más que para ser ayudante del verdugo.
¿A qué llamas apear o a qué dormir? -dijo don Quijote-. ¿Soy yo, por ventura, de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros? Duerme tú, que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mío -respondió Sancho-, que no lo dije por tanto.
En este angustioso y solemne instante no has querido ennegrecer aún más mi situación, con la vergüenza y el oprobio. Tú naciste para algo más que para ser ayudante del verdugo.
La oferta de aquel cuantioso donativo no deslumbró a la de Butrón; habíase turbado mucho mientras hablaba su amiga, y moviendo la cabeza vivamente dijo: Lo creo, porque naciste para ser rica y sabes serlo... ¡Pero tu nombre, tu nombre vale más que los diez mil duros!...
¡Hijo mío! exclamó llevándose las manos de esqueleto entrelazadas hasta cerca de su boca , si lo que nos has descubierto es la verdad; si la quieres como nos aseguras, más te valiera no haber nacido; y ya que naciste, más nos valiera a todos que te hubieras muerto sin penas, a la edad en que se llevó Dios a tus hermanos.
Iris de paz y ventura, Sueño de toda mi vida, Que naciste para mí Como el sol tras noche fria! ¡Ah! cuando tus bellos ojos Entreabriste adormecida Sentí que en esa mirada Me llenabas de delicias; Como el ciego que cobrando Loco de gozo la vista Quiere abrazar á la luz Pensando que lo acaricia.
-Duerme tú, Sancho -respondió don Quijote-, que naciste para dormir; que yo, que nací para velar, en el tiempo que falta de aquí al día, daré rienda a mis pensamientos, y los desfogaré en un madrigalete, que, sin que tú lo sepas, anoche compuse en la memoria. -A mí me parece -respondió Sancho- que los pensamientos que dan lugar a hacer coplas no deben de ser muchos.
Usted tiene la culpa, y nadie más. ¿De qué huevo he salido yo al mundo? ¿A que fue del de un gallo viejo? » «No, hijo mío dijo la madre ; de esos huevos no salen más que basiliscos. Naciste del último huevo que yo puse; y saliste débil e imperfecto, porque aquel era el último de la overa. No ha sido, por cierto, culpa mía.»
Esta palabra me sacó de mi estupor, e involuntariamente iba a exclamar como don Quijote: «Come, Sancho hijo, come, tú que no eres caballero andante y que naciste para comer», porque al fin los filósofos, es decir, los desgraciados, podemos no comer; ¡pero los criados de los filósofos! Una idea más luminosa me ocurrió: era día de Navidad.
Palabra del Dia
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