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Actualizado: 12 de julio de 2025


Delante de Mrs. Power iba Nélida, la única que se apoyaba al mismo tiempo en los brazos de dos hombres.

Las niñas, que admiraban y temían a Nélida como la personificación del pecado, se tocaban con el codo al pasar ante ellos. Una nueva conquista... Ahora ha caído ese señor tan serio que hace versos... y no baila. ¡Qué Nélida!... Ella, con su fina observación femenil, se daba cuenta del revoloteo de los curiosos y sentía orgullo por este escándalo, que pasaba inadvertido para Ojeda.

Maltrana intervino con cierto orgullo al poder lucir sus conocimientos delante de Nélida. Además, su triunfo oratorio había desarrollado en él un deseo vehemente de hacer sentir a todos la autoridad y el peso de sus palabras. Hay error en eso que dice usted, doctor, y que es lo que dice igualmente casi todo el mundo.

Fernando miró también, influenciado por este silencio, y vio a Maltrana que acababa de descender por una escalerilla de hierro. En mitad de la escalera estaba Nélida mirando a la muchedumbre extendida a sus pies, orgullosa de la emoción que despertaba su presencia.

Con esta atolondrada podía temerse todo. Y Nélida agradeció su miedo como una manifestación de amor, acariciándole la cabeza, hundiendo sus manos en sus cabellos, alborotándolos.

El barón belga, su rival el alemán y otros más que tenían bigotes, aparecían ahora con el labio superior recientemente afeitado, y esta novedad provocaba la ovación irónica de los amigos. Nélida sonreía, bajando los ojos con modestia.

Nélida, que se había aproximado a los dos hombres, saludándolos con un leve movimiento de cabeza, miraba al doctor. ¡Muy simpático el viejo! Para ella, todos los hombres eran simpáticos. Debía haber sido en su juventud un buen mozo. Su hijo mayor también lo era.

¿A las doce de qué?... ¿Dónde debía estar a las doce?... Nélida pareció impacientarse, al mismo tiempo que sonreía con cierta compasión. ¡Y afirmaban todos que Ojeda tenía talento!... A las doce de aquella noche; y en cuanto a lugar para verse, su camarote. ¿Cuál otro podía ser? Ella le esperaría con la puerta entornada. ¡Qué torpes eran los hombres!...

El carpintero de a bordo estaba haciendo en aquellos momentos el cajón para Pachín Muiños. El mismo don Carmelo acababa de comunicarle la orden. Isidro no escuchó más. Nélida le hacía señas para marcharse. En medio de su entusiasmo por la popular recepción, experimentó la joven un sentimiento de menosprecio y asco hacia aquellas gentes.

«Esta muchacha es loca pensó Ojeda, asombrado por la rapidez con que se sucedían en ella las impresiones y la franqueza con que exponía su amoralidad . ¡Una loca adorableComo si repentinamente se arrepintiese de su cinismo, tomó Nélida una expresión melancólica. No pensaba hablar más con aquellos jóvenes que la asediaban a todas horas.

Palabra del Dia

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