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Actualizado: 18 de julio de 2025


Se presentó un día a la señora, y con la disculpa de que la plancha le hacía daño pidió la cuenta. No se le ocultó a Amalia la verdadera razón, pues tenía conocimiento de sus murmuraciones. Disimuló, sin embargo. , hija, comprendo que el planchado te aburra. no gozas de mucha salud. También yo ando malucha hace días.

También deseaba vengarse de los sarcasmos y murmuraciones con que le había molestado este último en muchas ocasiones. El grave Momaren, que parecía incapaz de mezclarse en asuntos mezquinos, mostraba una malignidad extraordinaria al hablar del famoso senador.

Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía á enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, ó increpaba al tío Tomba para que corrigiese al pillete de su nieto.

»Transcurrieron tres meses en el suplicio y en la embriaguez de nuestra pasión, cuyos combates agotaban nuestras fuerzas y nuestro valor. Parecíame que las amenazas de Teobaldo alejaban de cada día la felicidad; la voz de la opinión pública y las murmuraciones del mundo resonaban en mi oído haciéndome estremecer; sólo la presencia de Carlos tenía la virtud de impedir que llegasen hasta .

Respecto a este último punto había, como es consiguiente, algunas recriminaciones; pero, sin embargo, no llegaban hasta la impiedad. No tenían un significado más profundo que las protestas contra la lluvia; murmuraciones que no iban acompañadas por un espíritu de desconfianza irreligiosa, sino por el deseo de que la plegaria que debía traer el buen tiempo fuera dicha inmediatamente.

Sin embargo, como no hay nada más voluble que una cabeza de diez y seis años, al siguiente día volviome la experanza, y clasifiqué la charla de aquellas dos señoras de murmuraciones sin alcance. Resolví observar cuidadosamente al señor de Couprat y me hallé en tal disposición de espíritu, que con el menor indicio hubiera dado cuerpo a las más fugitivas impresiones.

Entonces se difundió la noticia en los círculos parisienses y la supo Tragomer. El ganadero era demasiado conocido en el mundo que se divierte para que no le hubiera encontrado Marenval. Su modo de conocerse sirvió de texto durante veinticuatro horas á las murmuraciones de la buena sociedad.

Además, comprendió que el senador le cerraba su puerta para siempre. Después de tales murmuraciones, el mejor medio de demostrar que Maltrana no le había prestado ayuda era prescindir en absoluto de su trato. Bien se lo dio a entender al joven con la frialdad de su gesto de despedida, con la blandura de su mano y los consejos que le dio. Más discreción, joven.

Todo se sabía en aquella ciudad. Hasta la casa azul llegaba el eco de las murmuraciones. La hortelana la había recomendado bondadosamente que no pasease mucho por el río: podía pillar unas tercianas.

El doctor la entretenía, se enteraba pacientemente de sus murmuraciones sobre las amigas, la daba consejos acerca de vestidos y joyas, recordando in mente sus tratos con ciertas amigas de París, encargaba para ella periódicos de modas, y halagaba su vanidad, afirmando que era la señora mejor vestida de Bilbao.

Palabra del Dia

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