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Actualizado: 16 de octubre de 2025
De ahí lo llevaron á la plaza del castillo, donde pasaba el Visorrey, haciéndole guardia hasta el día, para que le vieran los que salían y entraban. Esto indinó muy mucho la gente de guerra, por lo que sucedieron muertes y se vinieron á poner carteles, sin que se hiciese castigo ni demostración dello.
Pero como todo llegó tarde, no bastó á contener la desgraciada suerte que sufren; que, aunque no tan infelices, como las de Sarmiento en el estrecho de Magallanes, han tenido casi la misma inutilidad los gastos, trabajos, pérdidas y muertes que costaron para llevarlas al estado en que se hallaban al tiempo de su abandono; pues el de San Julian ya tenia habitaciones para repararse con alguna comodidad de la inclemencia de los tiempos; cuyo abrigo cortó el escorbuto causado de los muchos frios de aquel clima.
La semana pasada castigó tan cruelmente a mi pobre Laura, que durante varios días le quedaron las marcas en el cuerpo, los rastros de su crueldad. ¡El miserable marcó sus uñas en las mejillas de mi hija! ¿Y puedo decirle que le amo? ¿Quién sería capaz de violentar así sus sentimientos? ¡Ah! por la felicidad de mi hija sería capaz de afrontar mil muertes crueles, pero me falta valor para esta abdicación de mi conciencia, para este suicidio moral.
Esa es la Casa de las Muertes..... respondió una huevera que pasaba por allí á la sazón. No llamen ustedes, que ahí no vivo nunca nadie. ¿Y por qué? Porque ahí hubo siete muertes..... replicó la mujer con acento lúgubre. Nosotros nos miramos muy regocijados, y proseguimos el interrogatorio..... Pero la huevera no sabía más.
Estaba por ventura el pecho mio De barbara arrogancia y muertes lleno, Y de crueldad justisima vacio? Es por ventura de mi condicion ageno Usar benignidad con el rendido, Como conviene al vencedor que es bueno? Mal por cierto tenìades conocido El valor en Numancia de mi pecho, Para vencer y perdonar nacido.
Apenas lo supo Quatí, el cacique principal de todos, y el más fervoroso en el deseo de recibir el santo bautismo, cuando saliendo de sí de dolor, dió la vuelta con todos sus vasallos para vengar las muertes de los Padres.
Hombres, mujeres y chiquillos cayeron sobre los dos, al parecer forasteros y judíos, y sin duda los hubieran despedazado, si no acuden muy a tiempo Miguel de Zuheros y Tiburcio, abriéndose paso por entre la alborotada y amontonada muchedumbre y sacudiendo golpes sobre ella, con las espadas desnudas, aunque procurando que fuese de plano, para no causar heridas ni muertes.
Y para completar la noticia de esta fuga de presos, apuntaré que de todos ellos «no volvieron á coger dice un manuscrito más de un vecino de Castilleja, que se llamaba José Antonio, que volviendo al lugar á matar al Alcalde que lo prendió, le volvieron á asir, y traído á la cárcel, intentó otra vez hacer fuga, y lo ahorcaron. Era de 21 años y tenía muertes varias y otros delitos.»
¡Cómo sentía, al recortar tus hojas, lástima por mi patria esclavizada! ¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios, y ansiaba, como tú, la luz del alba! Más un día... sonaron los fusiles, ahogó los suspiros la metralla, y fulminando muertes, al derecho pronto abriéronle paso las espadas. Y tembló la opresión.
¡Ave María Purísima! exclamó el cura llevándose ambas manos a la cabeza . ¡Qué horror y qué sociedad! Otra víctima; la esposa de ese señor... Y usted tan fresca, sembrando muertes y exterminios por donde quiera que va... Esta frase de sermón aterró un poco a Fortunata. «Tendrá usted su castigo y pronto. La historia de siempre... ¡Qué mujeres, Señor, qué mujeres!
Palabra del Dia
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