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Actualizado: 19 de julio de 2025
Los hombres de ciencia, Ben Zayb, ¿sabe usted lo que que son? dijo el franciscano con voz cavernosa sin moverse casi en su asiento y gesticulando apenas con las descarnadas manos.
Dentro de las casas reinaban, por el contrario, la animación y el bullicio, por estar recogidos los habitantes todos al amor de los hogares, donde ardían encinas enteras. Fuera, todo estaba congelado, incluso la guerra, que había dejado de moverse en el campo para latir en el corazón de las viviendas.
Llevando al hombro su fusil antiguo, que aún hacía más enorme y pesado una bayoneta interminable, hubiera podido descansar junto á la garita pintada con los colores de Mónaco; pero prefería moverse en incesante paseo, mirando á todas partes por si alguien intentaba penetrar en el alcázar del ausente soberano.
Para él un square en cada esquina, donde las niñeras se instalan con el alegre escuadrón, armado de palos, picos y azadas, para remover la arena, hacer fosos y murallas, cubrirse de tierra hasta los ojos, moverse, agitarse, jugar, en una palabra, que es la vida de los niños, como el vuelo es la vida de los pájaros.
Cuando se hubo vestido subió a la terraza del Casino para pasearse; Huberto se aproximó a ella y le dijo: ¿Me permite usted quedarme un momento a su lado? La he visto venir desde lejos; para mí es un placer verla caminar. Son muy pocas las mujeres que saben moverse con gracia; es un verdadero signo de raza.
La noche fué triste: ninguno de los dos pudo probar un bocado y el viejo se obstinó en no acostarse pasando toda la noche sentado en un rincon, silencioso, sin decir una palabra, sin moverse siquiera. Julî por su parte quiso dormir, pero por mucho tiempo no pudo pegar los ojos.
Los Miserables, siempre la comedia.... La escena del Convencional, ¿no es eso? don Santos es un borracho insolente que escupiría al Obispo con mucha frescura; don Pompeyo discutiría con Su Ilustrísima si había Dios o no había Dios.... No hay que pensar en ello. ¡Absurdo moverse de aquí! Hubo algunos momentos de silencio.
No las hallaba ahora ni más jóvenes ni más viejas; las barbas de los ancianos no eran más blancas, ni el niño que andaba á gatas ayer podía moverse hoy haciendo uso de sus pies: era imposible decir en qué diferían de las personas á quienes había visto antes de partir; y sin embargo, algo interno parecía sugerirle que se había efectuado un cambio.
Quizá padeció moralmente más cuando, habiendo cruzado los umbrales de la cárcel, empezó á moverse libre y sola, que no en medio de la muchedumbre y espectáculo que quedan descritos, donde se hizo pública su vergüenza y donde todos la señalaron con el dedo.
Sin abandonar aquella actitud de desconfianza y miedo, Fortunata pareció alegrarse de ver a Guillermina, que la saludó con extremada amabilidad, demostrando un gran interés por ella y por su niño. «¡Qué gusto verla a usted! exclamó la pecadora sin moverse . Tenía yo ganas de que viniera para decirle una cosa...». Pues ya me la está usted diciendo, porque me voy a escape.
Palabra del Dia
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