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Actualizado: 19 de junio de 2025


Agarró un moro de mi madre por el brazo derecho, el teniente del barco la tiró hácia el por el izquierdo; un soldado moro la cogió de una pierna, y uno de los piratas asió de la otra; y casi todas nuestras doncellas se encontráron en un momento tiradas de quatro soldados. Mi capitan se habia puesto delante de , y blandiendo la cimitarra daba la muerte á quantos á su furor se oponian.

Sabido es que don Quijote, luego de molido por el mozo de mulas de los mercaderes, "se acordó del moro Abindarráez, cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo a su alcaidía.

Algunos hombres de los más cachazudos, «hombres de su casa», que apenas habían tomado parte en la cruzada contra los forasteros, formaban corro con Batiste en la puerta de la barraca: unos en cuclillas, á lo moro, otros sentados en silletas de esparto, fumando y hablando lentamente del tiempo y las cosechas.

Interrogada por Benina acerca del ciego moro y de su vivienda, respondió que le había visto junto a la fuentecilla, pasado el Puente, pidiendo; pero que no sabía dónde moraba. «Vaya, con Dios, señora dijo la Burlada despidiéndose . ¿No va usted hoy al punto? Yo ... porque aunque poco se gana, allí tiene una su arreglo.

Asintiendo a estas discretas razones, Obdulia se despidió de su criada, persistiendo en irse de paseo, y la otra tomó el olivo presurosa hacia la calle de la Ruda, donde quería pagar deudillas de poco dinero. Por el camino pensó que le convendría ceder parte de la excesiva cantidad empleada en lotería, y a este fin hizo propósito de buscar al ciego moro para que jugase una peseta.

Su padre había visto estos grandes sucesos: iba de paje en el jabeque de Riquer. Luego había caído cautivo de los argelinos, siendo de los últimos esclavos, antes de que llegasen los franceses a Argel. Allí se vio en peligro de muerte un día que los diezmaron a todos por el asesinato de un moro perverso, cuyo cadáver apareció embutido en una letrina.

Veía la corte de Valencia con sus poéticos jardines de Ruzafa, donde los poetas cantaban versos melancólicos a la decadencia del moro valenciano, escuchados por las hermosas, ocultas tras los altos rosales. Y después sobrevenía la catástrofe.

-Yo te aseguro, Sancho -dijo don Quijote-, que debe de ser algún sabio encantador el autor de nuestra historia; que a los tales no se les encubre nada de lo que quieren escribir. -Ese nombre es de moro -respondió don Quijote. -Así será -respondió Sancho-, porque por la mayor parte he oído decir que los moros son amigos de berenjenas.

Ruy Diaz de Rojas, personage del tiempo de Enrique III, de quien cantó una gran proeza aquel conocido romance: Vente á , el perro moro, Que no á los niños muchachos. Este es un ejemplo entre mil que pudieran citarse.

Conque, favor por favor; usted me honra convidándome y ofreciéndome un destino... que buena falta me hace, y yo le declaro a usted que la tal sobrina... puede irse al moro sin que me importe. Vamos, que se ha equivocado usted de medio a medio. Yo no he querido lastimar en lo más mínimo... Esté usted tranquilo; dos hombres formales no pueden reñir por esa... ingrata.

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