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Actualizado: 13 de julio de 2025


No sea loco, Maltrana. Todos ustedes los de pluma son unos perdidos y creen iguales a los demás. ¿Y París? ¿Y sus idas de noche a Montmartre?... Acuérdese cómo entretenía la otra tarde a Goycochea y Montaner contándoles sus buenas fortunas... Apuesto cualquier cosa a que si me deja entrar en su camarote encuentro un paquete de fotografías comprometedoras y de cartas de amor.

El precio nos pareció sumamente arreglado, resolvimos comer allí, tomamos nota de la calle y número de la casa, y caminamos hácia la plaza de las Victorias. Mi mujer hizo provision de hilos, sedas, agujas y trencillas; nos dirigimos á la Bolsa con el fin de aproximarnos al restaurant de la calle Montmartre, atravesando el pasaje que llaman de Vivienne, nombre que toma de la calle en que está.

Esto no pasa de ser una broma, pero es una broma de un gusto enteramente parisiense. Pasan de quince ó veinte lienzos de pared en que hemos divisado, á una altura de quinto ó sexto piso, el anuncio de la Ville de Paris, calle de Montmartre, núm. 74. Es seguro que en tales avisos ha empleado un capital considerable.

En la calle de Montmartre, cerca de la calle Feydeau, hácia el bulevar de los Italianos, hay una bollería. Pues bien, en esa bollería me han dado cuatro mercis por un bollo que valia un sueldo, ó sea tres ochavos. ¡Cuatro gracias por tres ochavos! ¡Ni á ochavo por gracia! Esto me aflige, me contrista, me ahoga; y como no puede menos de ser, me quita el gusto del trato social.

En una de las tiendas contiguas al pasaje de la calle Montmartre, cerca del Mercado Nuevo, han llevado á mi mujer diez sueldos por unas trencillas que cuestan dos en la plaza de las Victorias, siendo estas últimas tal vez de mejor calidad. Notaron que era extranjera, y la llevaron cinco veces más de lo justo.

Caben holgadamente en ambos pisos quinientos ó seiscientos comensales, y no bajan de cuatro mil los que componen la parroquia ordinaria, produciendo un ingreso de 25 á 30.000 reales diarios. El amo de este restaurant increible, lo es tambien del de la calle de Montmartre, mencionado ya, y de otros cuatro establecidos en diferentes puntos de Paris.

Conflictos íntimos. El bailarín mundano. Nuestros actos nos siguen. El niño en la balaustrada. La lección de amor en un parque. La señorita Cloque. La ciudad sin jefe. ¡A París! El carnicero de Verdún. Los derrotistas. Montmartre. El marido de la modista. Edgar. El amante de la señora Dubois. LEÓN FRAPI

Al fin de la calle de Montmartre, cerca de San Eustaquio, corbatas de seda por poco más de dos reales; en la calle de Richelieu, un sombrero por doscientos duros. Seguramente habrá mil contrastes más raros; pero no puedo hablar sino de lo que he visto en veinte y cuatro horas que vivo en Paris, y me parece que una regular indulgencia no podria exigirme más.

Los establecimientos nocturnos copiaban los títulos de Montmartre; pero si en una sala parisién danzaban cincuenta parejas, en la de Berlín bailaban doscientas; si en una parte se destapaban diez botellas, en la otra eran cien; y si en los bulevares había batallones de mujeres sueltas, en la metrópoli germánica podían formarse cuerpos de ejército con las hembras en disponibilidad.

Vive más allá de Montmartre continuó Robledo ; está cargado de familia, y voy á ver si prestándole unas docenas de miles de pesos, que aquí resultan cerca de un millón de francos, puede abrirse paso. Quiere mostrarme en su casa los planos de una máquina que ha inventado para arar la tierra. Abandonaron los tres sus asientos y salieron del hall.

Palabra del Dia

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