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Actualizado: 27 de julio de 2025


Se levantó y se puso á pasear á lo largo del despacho. Temblaba; estaba aterrado. Pero no, no es esto lo que me indicó la duquesa de Gandía; no, no puede ser decía paseándose ; y luego... no me han llamado á palacio... este hombre está fuera de ... se engaña sin duda... veamos... dominémonos. Y se detuvo delante de Montiño.

Idos si queréis dijo Juan Montiño , que yo estoy resuelto á quedarme y á cumplir lo que he prometido. No, no me iré, puesto que me necesitáis: aquí me estoy con vos y venga lo que viniere. He reparado en un bulto que me sigue desde después de mi primera riña con don Rodrigo. ¡Ah! ¿? ¿un bulto? razón más para que yo me quede. Y ese bulto está allá abajo, junto á la esquina.

He cumplido únicamente con mi deber. Deber es de todo buen vasallo sacrificarlo todo, hasta la vida, por sus reyes. , señor, padre replicó Montiño , todo menos el honor. Rey que pide á su vasallo el sacrificio de su honra ó de su conciencia es tirano, y no debe servirse á la tiranía. Decís bien, padre. ¿Sois nuevo en la corte? , señor. ¿Os llamáis Juan Montiño? , señor..

El debe ser; pero el cocinero mayor... ¿cómo se atreve ese hombre?... Francisco Montiño no está en Madrid esta noche. ¡Ah! ¿pues qué cosa grave ha sucedido para que deje sola su casa? Según me ha dicho su sobrino postizo, ha ido á Navalcarnero, donde queda agonizando un hermano suyo. ¡Oh! entonces el que ha pasado es el sargento mayor Juan de Guzmán.

Vos tenéis que ir á Atocha. Yo me he detenido ya demasiado. Adiós, pues dijo Juan Montiño, tomando una mano á doña Clara y besándola. Y se dirigió á la salida. Esperad, están cerradas las puertas dijo doña Clara, tomando una bujía y precediéndole.

Además, en esta carta de vuestro difunto hermano que me habéis dado, se dice que existe un cofre sellado. ; , señor. ¿Dónde está ese cofre? Le tengo yo. Traedme ese cofre esta misma noche. ¡Ese cofre, señor! ¿pero no sabéis que es un secreto? Para la Inquisición no hay secretos. ¡La Inquisición! exclamó aterrado Montiño.

El padre Aliaga quedóse más desesperado que lo estaba cuatro días antes. Unos personajes habían ganado. Otros se habían quedado como estaban. ¡Pobre Francisco Martínez Montiño! solo, parte paciente de esta historia; , pagador constante de pecados ajenos, solo fuiste la víctima superviviente á estas aventuras de cuatro días lluviosos. Su locura se había determinado.

Pero, según entiendo, habéis salido bien de vuestros negocios y la vida de nuestro amigo no corre peligro. Debéis, pues, venir, dedicar algún tiempo á la que os ama tanto, señor, que no es dichosa sin veros. Vuestra DoroteaPlegó y cerró esta carta la joven y la dió á Montiño.

Oye... le dijo el duque , estamos solos: yo soy omnipotente en España. Lo , señor, lo ... dijo Montiño. Puedo... ¿qué yo lo que puedo hacer contigo?... puedo, por un lado destruirte... por otro, enriquecerte. ¡Señor!... ¡señor!... ¡que me lastimáis!

¡Señor! ¡señor! exclamó Montiño arrojándose á los pies del duque y con los brazos abiertos ; puesto que lo sois todo en España, y que yo soy inocente, porque quien mata sin querer no mata, salvadme, señor, salvadme. Levantáos, levantáos, Montiño, y nada temáis; se le echará tierra al muerto, se romperá el proceso... ¡Ah señor! ¡piadoso señor! ¡Mi vida!... Merecéis que se os ampare.

Palabra del Dia

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