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Actualizado: 30 de abril de 2025
Los arrumbadores, mocetones fornidos, en cuerpo de camisa, arremangados y con la amplia faja negra bien ceñida a los riñones, iban de un lado a otro con sus jarras de metal, trasegando los vinos de la combinación al tonel nuevo del envío. Montenegro conocía desde su niñez al técnico de la bodega de embarque. Era el empleado más antiguo de la casa.
Su hija se dispone á hacerle el dúo, cuando se oye en el corral un coro de relinchos y un ruido sobre los morrillos, como si avanzaran veinte caballos. ¡Ahí están los ladrones! diría en tal caso un ciudadano alarmado. Pues, no señor, son los marzantes, es decir, dos docenas de mocetones del lugar que andan recorriéndole de casa en casa.
Eran hermanos jóvenes que trabajaban de carpinteros y albañiles; mocetones de la montaña que deseaban emanciparse del terruño, prestando sus brazos á la Compañía para el trabajo reposado y lento de las casas de religión; libres ya de la lucha por la vida, y teniendo de antemano asegurada la salvación eterna, sólo con obedecer ciegamente á los superiores.
En ningún apunte de los que el autor ha tenido á la vista para su trabajo consta el día en que se casaron; pero está probado que no esperaron mucho tiempo, y que tuvieron venturosa sucesión. De esto son pruebas evidentes varios mocetones que, años adelante, vieron Bozmediano y el autor en un viaje que hicieron á un lugar de Aragón para asuntos que no vienen al caso.
Tú entiendes el río... más de una vez te he visto remar; yo no soy manco... ¿Vamos? Andando dijo el barbero con resolución. Buscaron una antorcha, y ayudados por varios mocetones, trajeron la barca de Rafael hasta una escalerilla de la ribera. El río mugía con sordo hervor en torno del bote, pugnando por arrebatarlo.
No faltaban allí algunos veteranos de las grandes guerras de Francia, pero en su mayoría formaban la Guardia Blanca jóvenes arqueros, robustos mocetones ingleses, sobre cuyos petos lucían ricas bandas de seda y oro y brillaban las piedras preciosas, muestra evidente del abundante botín recogido en su larga campaña del sur.
El tío Frasquito dio un chillido y echó a correr, llamando a voces a Jacobo y a Gorito; acudieron todos los de la fonda y llegó también Jacobo, mirando el reloj con gesto de grande enfado. ¡Hasta para morirse es importuno! dijo al verse frente a Diógenes. Llevábanle ya dos robustos mocetones, hijos del dueño de la fonda, y pusiéronle en la cama de un cuarto del primer piso.
Vulcano ayudado de cuatro robustos mocetones que nada tienen de cíclopes, pues ni son gigantes, ni tuertos, sino de estatura humana y con sus dos ojos sanos, estaba trabajando a martillazos sobre el yunque una lamina de hierro candente, cuando de improviso se le presenta Apolo en forma de hermoso mancebo, coronado del laurel de Dafne y circundada la cabeza de claridad intensa reveladora de su celeste origen.
Después de treinta años de lucha, en casa de los Casporras sólo quedaba una viuda con tres hijos mocetones que parecían torres de músculos. En la otra estaba el tío Rabosa, con sus ochenta años, inmóvil en un sillón de esparto, con las piernas muertas por la parálisis, como un arrugado ídolo de la venganza, ante el cual juraban sus dos nietos defender el prestigio de la familia.
El alcalde con los vecinos más notables predicaban paz a los mocetones de las dos familias enemigas, y allá iba el cura, un vejete de Dios, de una casa a otra recomendando el olvido de las ofensas. Treinta años que los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar.
Palabra del Dia
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