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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Por eso creo yo que no debía de ser verdad lo del vino..., ni lo que también se murmuraba sobre ciertos mocetones del pueblo, que, a más de parecérsele en figura como un huevo a otro, recibían de él frecuentísimos agasajos y deferencias, y le llamaban padrino sin haberlos sacado de pila. ¡Buen caso hacía don Recaredo de esas debilidades de la naturaleza!

En dirección contraria veíase un grupo de mocetones ingleses, arqueros del condado de Estápleton á juzgar por el pelícano azul cosido sobre el coleto; gente alegre de cascos y dura de puños, que bebían á más y mejor y cantaban á voz en cuello y cuya presencia obligaba al mercader á apresurar el paso, mientras su fámula ocultaba el rostro con el manto al oir los piropos nada delicados de aquella turba.

Cupido protestaba. No; para aquella empresa cuanto menos gente mejor; la barca había de estar ligera: él se bastaba para los remos y don Rafael para el timón. ¡Solteu! ¡solteu! ordenó el hijo de doña Bernarda. Y soltando la cuerda los mocetones, la barca, después de algunos cabeceos, partió como una flecha, arrastrada por la corriente.

Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en un hijo». De Venezuela pasó, de nuevo, llena el alma de tristezas y emociones viriles, a la Babel moderna de los rubios mocetones y las nevadas inclementes: a New York, a esa ciudad de las ansias, de las regatas, de los afanes, de las prisas, a ese horno colosal donde se sazona el egoísmo y se pierden entre espirales de humo y ruidos de maquinarias, los besos y las lágrimas....

Lo que no entiendo, continuó alegremente el arquero mientras se preparaba á despachar su cena, es que mocetones como vosotros os avengáis á vivir pegados al terruño, doblando el espinazo y sudando el quilo, cuando tan buena vida podríais llevar bajo las banderas del rey. Miradme á . ¿Qué tengo que hacer?

Los dos mayores eran ya unos mocetones soberbios. ¡Qué altivez en la mirada cuando se plantaban, con las piernas abiertas, la cabeza echada para atrás, y las manos en los bolsillos de los calzones! Uno y otro parecían decir: «Soy el hijo de mi padre. ¡Venid, pues, a verloTodo el santo día estaban peleándose entre ellos, y el padre mismo era quien los excitaba.

Organizadas las parejas, sonaron las guitarras, y se dejaron oír los acordes de una polka en que trinaban las primas y las segundas , y no tanto destinada a ser bailada cuanto a demostrar la habilidad de los ejecutantes: era como un punto de atención echado por el viejo guitarrero. Los mocetones más empilchados y ladinos fueron los que debutaron.

Palabra del Dia

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