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Actualizado: 12 de mayo de 2025
6 y que él pagará la cordera con cuatro tantos, porque hizo esta tal cosa, y no tuvo misericordia. 7 Entonces dijo Natán a David: Tú [eres] aquel varón. Así dijo el SE
Montiño metió la mano con dificultad por uno de los vanos de la reja, y dió á la madre Misericordia la carta. La abadesa se fué á leerla á la luz. Para comprender esta carta, es necesario insertemos primero la que el duque de Lerma escribió aquella mañana para la abadesa, y después la contestación de éste.
Al descubrirle se apretó contra el ciego, lanzando á su antiguo amante una mirada de súplica, de desesperación, implorando misericordia... ¡Ay, esta mirada!
Yo presumí por sus últimas palabras que mi amo había perdido el seso, y viéndole rezar me hice cargo de la debilidad de su espíritu, que en vano se había esforzado por sobreponerse a la edad cansada, y no pudiendo sostener la lucha, se dirigía a Dios en busca de misericordia. Doña Francisca tenía razón. Mi amo, desde hace muchos años, no servía más que para rezar.
Almorzó bien, recibía cuantos amigos llegaban á verle, y á todos les endilgaba la consabida historia: «Conformidad.... ¡Qué le hemos de hacer!... Está visto: lo mismo da que usted se vuelva santo, que se vuelva usted Judas, para el caso de que le escuchen y le tengan misericordia.... ¡Ah, misericordia!... Lindo anzuelo sin cebo para que se lo traguen los tontos.»
Allá os lo habed con vosotros mismos, que sois corchetes de la Fortuna, dando las más veces premio a lo que aun no merece oídos, y abatís lo que merece estar sobre las estrellas; pero no se me da de vosotros dos caracoles: hágame Dios bien con mi prosa , entretanto que otros fluctúan por las maretas de vuestros aplausos, de quien nos libre Dios por su infinita misericordia, Amén, Jesús.
Todos de allá, qual yo, puestas las manos, Las rodillas por tierra, sollozando, Cercados de tormentos inhumanos, Poderoso señor, te están rogando Vuelvas los ojos de misericordia A los suyos, que están siempre llorando: Y pues te dexa agora la discordia, Que tanto te ha oprimido y fatigado, Y á mas andar te sigue la concordia, Haz, buen Rey, que sea por tí acabado Lo que con tanta audacia y valor tanto Fue por tu amado padre comenzado.
El cual mostraron también en la disciplina larga verdaderamente no poco, pero no tanto que satisfaciese á su fervor, por lo cual costaba mucho el hacerles cesar, pidiendo á gritos misericordia á Nuestro Señor, y repitiendo fervorosísimos actos de contricción y propósitos de no ofender más á su Divina Majestad, principalmente en su innato vicio de la embriaguez, del cual, con el favor de Dios, se han olvidado totalmente, pero donde se conocía más claramente su piedad y el verdadero dolor y arrepentimiento de sus culpas, era en el acto de la confesión sacramental á que se llegaban llorando tan amargamente que me sacaban lágrimas á los ojos y me llenaban de increíble consuelo, dando gracias á la Divina Misericordia que obra en gente de suyo tan bárbara y nueva en la fe tan prodigiosos efectos.»
Guardaba silencio la duquesa, que, como mujer de mucho mundo, sabía los peligros que rodean a su sexo, y callaba también el cura, pensando que era excusado hablar cuando todos debían suponer que sólo en nombre de la misericordia podría hacerlo.
Exhalaba hondos suspiros, miraba al cielo como implorando misericordia, reflexionaba después con la barba apoyada en la mano, y al fin volvía a sus anteriores inquietudes. Es que le espera dije para mí . Lord Gray no ha venido. Inés entró de repente en las habitaciones y salió al poco rato con un largo mantón negro sobre la cabeza.
Palabra del Dia
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